Hace ya unas semanas que no escribo en el blog. Y es que hasta agosto que no coja vacaciones seguiré con todos mis jaleos diarios, que os puedo asegurar que no son precisamente pocos. Pero como ya he comentado más de una vez tengo la suerte que todo lo que hago me llena plenamente, así que la verdad es que para nada puedo quejarme.
Para sacar al blog momentáneamente de este tiempo de espera he escogido una figura trascendal en el mundo belcantista en general y rossiniano en particular. Y es que esta voz fue la única que se atrevió a lanzar verdadera luz sobre Rossini en una época en la que el compositor pesarense era amenazado continuamente por brumas y nubarrones grises por todos los frentes. Esta voz a la que me refiero no es otra que la gran Conchita Supervia.
Conchita Supervía, catalana de nacimiento, vino al mundo en la capital condal un frío 9 de diciembre de 1895. Con sólo doce años comienza sus estudios de canto. Tantas son las aptitudes que la joven Conchita muestra para la música que el 1 de octubre de 1910 hace su debut sobre un escenario. Sería en una ópera del argentino Stiattesi, “Blanca de Bieulieu” en el breve papel de la Bruja. Así comienza su singladura en pequeños papeles de diferentes títulos hasta que en 1911, con sólo dieciséis años, debuta Rosenkavalier en el papel de Octavian. Al Liceu de Barcelona llega un año más tarde de mano de “Samson et Dalila” y “Carmen”. Y así comienza su despegue hacia el triunfo, que se asentaría con sus interpretaciones de Mignon (rol titular), Maddalena (“Rigoletto”) y Leonora (“La Favorita”).
La Gran Guerra ya había estallado y durante el periodo bélico conoce a Francesco Santamaría, alcalde de Nápoles, iniciando así una relación de la cual nacería su hijo Giorgio. Sin embargo, Santamaría sentía un odio profundo hacia el teatro, lo que propició que la relación se fuera a pique. Ello no impidió que Supervía siguiera conquistando todos los teatros que pisaba, haciendo nuevas creaciones de Carmen, Mignon o Marguerite (“La damnation de Faust”).
El debut en la Scala milanense llega en 1925 con “Hänsel und Gretel”, en la que Supervía se encargaba del rol masculino titular. Un año más tarde regresa a la Scala para estrenar en Italia “El amor brujo” de Manuel de Falla. Al año siguiente retornaría con “Rosenkavalier”, dirigida por el propio Strauss. Repetiría presencia en 1928, año en el que aborda “Le nozze di Figaro” junto al gran Mariano Stabile y estrena “L´heure spagnole” de Ravel.
Los éxitos en su carrera se siguen sucediendo tras su debut londinense en 1930. Allí canta “Carmen”, con Thomas Beecham a la batuta. El carácter de ambos y la concepción que cantante y director tenían del personaje provocan varias discusiones que felizmente acaban resolviéndose. Además de la gitana, Supervía es requerida para cantar “La Perichole” (Offenbach) y “Frasquita” (Lehar), entre otros títulos.
En 1935 Supervía queda de nuevo encinta. Desgraciadamente, la cantante contaba entonces con 40 años de edad y el embarazo era bastante arriesgado. Los días transcurrieron con bastante penuria hasta que se vio obligada a ingresar el 29 de marzo de 1936 en una clínica londinense. Allí daría luz a un hijo sin vida. Una infección generalizada producida por el parto sesgó su vida al día siguiente.
Conchita Supervía es, literalmente, la bisabuela del rossinianismo, una figura esencial para la interpretación de la música del Cisne de Pesaro. Increíble íntérprete del triángulo buffo rossiniano por excelencia (“Il barbiere di Siviglia”, “La Cenerentola” y “L´italiana in Algeri”), su prestación hacia el compositor de Pesaro fue como encontrar un oasis en pleno desierto.
En 1915 presenta en el Liceu de Barcelona su Rosina, papel del que las sopranos ligeras se habían apropiado de forma indiscriminada en aquellos entonces. Supervía devuelve el rol a sus orígenes mezzosopraniles y haciendo uso de la gran vena artística que tenía desde pequeña y de su atractiva voz, embellecida por un vibrato en todo momento controlado, da una gran interpretación.
En 1921 incorpora el segundo vértice del triángulo buffo rossiniano: Angelina (“La Cenerentola”). Al igual que ya había hecho con Rosina, su Angelina es un prototipo de cómo cantar el rol, toda una rareza en la época que cuando se cantaba se sometía a todo tipo de amputaciones y desnaturalizaciones.
En 1925 aborda el tercer y último vértice: Isabella (“L´italiana in Algeri”). Supervía graba además los cuatro números estelares del personaje (la cavatina “Cruda sorte”, el dúo “Ai capricci della sorte”, el rondó “Per lui che adoro” y el aria “Pensa alla patria”). Su interpretación alcanza las altísimas cotas que ya marcó con Rosina y Cenerentola. Sin embargo nos encontrábamos entonces en el limbo rossiniano. El rigor metodológico en lo que a Rossini se refiere brillaba por su ausencia y al compositor se le trataba como un diablo venido a la tierra. Así se criticaba la ópera con motivo de unas funciones en el Liceu con Supervía como protagonista: "El autor de "L´italiana in Algeri" representada estos días en el Liceo es uno de los responsables del descenso del gusto del público durante una larga época. Como otros autores de óperas de un periodo funesto, es culpable de un retroceso de tan malas consecuencias que aún hoy sufrimos sus efectos. ¡Pobre Gluck, que tanto había luchado por regenerar la escena lírica!. Pase como una humorada, si se quiere, la exhumación de esta Italiana indeseable; mas tendríamos que vigilar ahora que no se quede demasiado tiempo a la luz. Nuestro voto es que la vuelvan a enterrar pronto y muy adentro, y la dejen para siempre en reposo"
La audición que os propongo permite obtener una buena idea del arte de Conchita Supervía. Se trata de un recopilatorio titulado "Ópera y música española". Como su propio nombre indica, el disco está dividido en dos partes claramente diferenciadas. La parte operística permite obtener una clara visión de la Supervía operística. Sus legendarios Rossinis junto a Gounod, Thomas, Saint-Saëns y Delibes es el programa que el disco nos ofrece. La segunda parte, dedicada a música española, permitirá obtener una visión de la intérprete y percibir como Supervía pliega la voz al caracter de las diferentes piezas que aborda. El programa completo de este disco es el siguiente (se indica junto a cada pieza el año de grabación):
Arias operísticas
Rossini: L'Italiana in Algeri. Ai capricci della sorte (con Carlo Scattola): 1927
Rossini: Il Barbiere di Siviglia. Una voce poco fa: 1927
Rossini: Il Barbiere di Siviglia. Contro un cor (con Giovanni Manuritta): 1928
Rossini: La Cenerentola. Nacqui all'affanno: 1927
Gounod: Faust. Il était un roi de Thulé: 1931
Thomas: Mignon. Connais-tu le pays?: 1931
Saint-Saëns: Samson et Dalila: Printemps qui commence: 1931
Delibes: Bonjour Suzon: 1930
Delibes: Viens, une flûte invisible: 1930
Música española (Frank Marshall, piano)
El paño moruno: 1930
Seguidilla murciana: 1930
Asturiana: 1930
Jota: 1930
Nana: 1930
Canción: 1930
Polo: 1930
Balomir - Meus Amores (Balada Gallega, en gallego): 1929
Serrano: La Alegría del Batallón. A una gitana preciosa: 1932
Serrano: El Mal de Amores. Canción de la gitana: 1932
De Yradier: La Paloma: 1930
Joaquín Valverde: Clavelitos: 1927
El enlace a este disco es el siguiente:
Recital
Espero que disfruteis del arte de esta gran intérprete, una mujer a la que los rossinianos le debemos mucho.