sábado, 3 de febrero de 2007

De ladrones y maletas

El 24 de noviembre de 1812, el telón del Teatro San Moisè de Venecia subía el telón para presentar la cuarta farsa compuesta por Gioachino Rossini: L´occasione fa il ladro, o sia, il cambio della valigia. Testimonios de la época afirman que el pesarense tan sólo tardó once días en componer la partitura en su integridad. Sin embargo, la operita no tuvo éxito y fue retirada del cartel del teatro tras la quinta función, algo que resulta chocante, ya que estamos ante una partitura que desborda alegría y vivacidad por los cuatro costados. La Gazzetta se ha empeñado en demostrarlo, así que esta farsa va a ser nuestra protagonista de hoy.

El autor del libreto, Luigi Prividali, denomina este título como "burletta per musica". A fe que no se equivoco al darle esta denominación si echamos mano a su argumento. Nos encontramos en una posada situada en las inmediaciones de Nápoles. Don Parmenione y Martino se resguardan en ella del terrible temporal que arrecia en el exterior, pero los enormes truenos asustan al criado. Don Parmenione le aconseja que disfrute de la cena y que olvide la tempestad. Llega también a la posada el conde Alberto a refugiarse mientras cesa la tormenta. Tras saludar a los allí presentes, coloca su maleta junto a la de don Parmenione y éste le invita a unirse a ellos para brindar con una reconfortante copa de vino, proposición que el joven acepta de buena gana. A continuación Alberto pasa a relatar que se dirige hacia Nápoles para casarse con Berenice, su prometida. Las relaciones de la futura pareja siempre han sido por carta así que no se conocen personalmente. Don Parmenione le felicita por el enlace, y tras despedirse, Alberto coge su maleta y se marcha.
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Puesto que ya ha cesado el temporal don Parmenione manda a Martino que pague la cuenta, ya que ellos también continuarán su camino. El criado obedece pero al ir en busca de la maleta para coger el monedero se da cuenta de que esa no es la de su amo: Alberto se ha confundido y en vez de coger la suya ha cogido la de don Parmenione. Se lo hace saber a su señor y corre en busca de Alberto para intercambiar las maletas pero ya es demasiado tarde: el conde se ha marchado. Martino decide arreglarlo todo por su cuenta y ni corto ni perezoso rompe el candado que cerraba la maleta de Alberto ante la sorprendida mirada de don Parmenione. Entre las pertenencias del joven está el retrato de una bella joven y don Parmenione deduce que debe ser la novia, suposición errónea ya que al final de la ópera se descubrirá que en realidad la joven de la fotografía es la hermana de Alberto. También hay un elegante traje de gala y el pasaporte de Alberto. El vividor cae prendado ante la belleza de la que él cree que es Berenice y, puesto que tiene el pasaporte y el traje de Alberto y también ha encontrado la dirección de la muchacha entre las pertenencias del noble decide suplantar su identidad para casarse con ella. Martino intenta hacerlo desistir de su idea pero todo es en vano: don Parmenione ya ha tomado la decisión. Ambos se marchan apresuradamente de la taberna.
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Nos trasladamos ahora a la casa napolitana de don Eusebio, que conversa con Ernestina. Dentro de poco llegará el prometido de Berenice y conviene tenerlo todo preparado. Ambos se retiran para supervisarlo todo.
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A continuación hace su aparición Berenice, que confiesa no estar alegre a pesar de la inmediatez de su boda. Ernestina vuelve a entrar y Berenice le recuerda que dentro de poco se casará con alguien a quien no conoce. Ella no sabe si este hombre le gustará por lo que pide a Ernestina que la ayude. Su plan es intercambiar su identidad con la de su camarera para averiguar de quién se enamora realmente Alberto. Ernestina decide unirse al plan de Berenice y ambas parten para narrarle a don Eusebio la jugarreta que están preparando. .

Llegan a la casa Martino y don Parmenione vestido con el traje de gala de Alberto. Don Parmenione está impaciente por conocer a la novia y Ernestina aparece en este momento vestida con el ropaje de su ama, por lo que el donjuán la confunde con Berenice a pesar de que la chica de la fotografía que encontró en la maleta de Alberto no se parece a esa muchacha. Ambos coquetean y Ernestina, para sí, reconoce la elegancia y el porte de don Parmenione. Ambos se retiran para presentarse ante don Eusebio.
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Queda la estancia vacía y Alberto y Berenice entran por puertas opuestas. El joven, al ver a la muchacha, la saluda con modales exquisitos y la define como su futura esposa pero Berenice le dice que se confunde: ella es simplemente una criada indigna de tanto honor y él gozará de otra mujer. Alberto se lamenta por no poder convertirse en el marido de tal belleza mientras que Berenice se alegra ante la excelente persona que tiene ante sí.
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Llega a continuación don Eusebio y saluda cordialmente al conde Alberto, al que cree prometido de Berenice. Pero de inmediato entra Ernestina junto a don Parmenione y éste se presenta como el conde Alberto, verdadero novio de la joven. Las féminas y el tutor quedan confundidos y Alberto, que ha reconocido a don Parmenione, se ofende ante la temeridad del individuo. Don Eusebio no sabe ahora quién es el verdadero conde Alberto pero don Parmenione le enseña el pasaporte que le robó al muchacho. Lo examina y puesto que el documento es legal don Parmenione es reconocido como el verdadero prometido. El auténtico conde Alberto insiste en demostrar su identidad pero está en clara desventaja ya que todas sus pertenencias las tiene su rival. Todos manifiestan su confusión y se retiran, dejando a don Eusebio solo.
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Llega Martino y don Eusebio, que no conoce la identidad de ese sujeto, le pregunta quién es. Tras identificarse como criado del forastero se marcha a la cocina a comer. Don Eusebio también se marcha.
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Entra ahora Ernestina lamentándose: hace ya un tiempo perdió a un pretendiente y ahora está a punto de perder otro. Alberto regresa e intenta convencerla de que es quien dice ser. Ernestina le reprocha su atrevimiento por pretender engañarla pero Alberto se dirige a ella con palabras tan nobles que hacen dudar a Ernestina de que ese hombre esté mintiendo. Ambos se retiran.
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Llegan ahora Berenice y don Parmenione. Ella sospecha que él es el impostor pero es preciso descubrirlo. Don Parmenione confiesa a la supuesta camarera que le gusta, y puesto que cuando se case va a precisar varias mujeres a su servicio le ofrece un puesto de trabajo. Berenice responde insolentemente y ante los reproches de don Parmenione descubre que ella es realmente la muchacha casadera. A don Parmenione no le llega en este momento la camisa al cuello y Berenice comienza a hacerle preguntas sobre diferentes aspectos que el verdadero prometido le narraba en sus cartas. Don Parmenione, evidentemente, no es capaz de contestar correctamente a ninguna de las cuestiones y de esta manera se descubre como el impostor. Para intentar salir airoso de la embarazosa situación comienza a discutir con Berenice pero ella se las sabe todas y sabe replicar de forma excelente a cada una de las palabras del descarado. Finalmente los dos salen por lugar opuesto.
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Aparecen ahora Ernestina, don Eusebio y Martino. La criada ya le ha contado al tutor la conversación que ha mantenido con Alberto e interrogan a Martino sobre la identidad de su amo. La explicación del criado es bien clara: es un hombre de mediana edad, ni rico ni pobre, amante de las mujeres, el vino y el juego y muy aficionado a dejar deudas por donde pasa. En definitiva, la vida perfecta de un vividor. Martino sale corriendo y Ernestina se queda pensativa ante tal descripción. Tanto ella como su amo vuelven a marcharse.
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Don Parmenione y Alberto se ven por fin las caras. El noble pide encarecidamente al vividor que le devuelva sus pertenencias y que se disculpe ante Berenice. Don Parmenione está dispuesto a lo primero, pero no a lo segundo por lo que comienza un enfrentamiento entre ambos. Berenice se presenta ante ellos enfadada por el alboroto pero los hombres hacen un trato ante ella: Alberto cree que la verdadera novia es la mujer que hay ante ellos, pero si resulta ser la otra se la cederá a don Parmenione sin ningún problema y él se casará con la supuesta camarera. Don Parmenione acepta el trato y Berenice les reprocha el ultraje del que está siendo objeto, tras lo cual se marcha. Alberto hace lo mismo.
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Vuelven a entrar Ernestina y don Eusebio que hablan sobre la confesión de Martino. Don Parmenione, al verlos, se arrodilla ante ambos y confiesa ser el impostor, desvelando su verdadero nombre. Ernestina le pregunta si su nombre completo es “Parmenione di Castelnuovo” y el hombre asiente, explicando que es amigo de un tan conde Ernesto y que va buscando a su hermana fugitiva. Ernestina no tarda en responderle: esa hermana fugitiva es ella. Don Parmenione y don Eusebio se sorprenden y Ernestina narra que llegó a Nápoles seducida por un hombre que acabó abandonándola. Don Parmenione se ofrece a arreglar ese asunto casándose con ella, lo que evidentemente alegra muchísimo a la muchacha. Arreglado este asunto, don Eusebio pregunta la identidad del otro joven, a lo que responde que es el verdadero novio. El terceto corre en busca de Alberto y Berenice para narrarlo todo y los hallan declarándose el amor que se profesan. Martino hace saber que les trae una gran noticia y entre todos aclaran todo el asunto. Por fin todo el embrollo se ha solucionado y a partir de ahora las dos parejas vivirán felices.
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Vocalmente, las voces se distribuyen de acuerdo a lo tradicional en las farsas rossinianas: Don Parmenione y Martino se destinan a dos bajos buffos (si bien el primero tiene algunos tintes de bajo noble, sobre todo en su cavatina). Berenice es tarea de una soprano cómica (si bien su elegiaca cavatina tiene marcadas características de soprano seria) y Alberto es para un contraltino. Los secundarios Ernestina y don Eusebio están escritos para una mezzosoprano y un tenor respectivamente.
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"L´occasione fa il ladro" no es una ópera en la que abunda el autopréstamo. Podrían destacarse dos similitudes notirias: la existente entre su final y el de "La scala di seta" y la existente entre la tempestad con la que comienza y la del acto II de "La pietra del paragone".
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Pues tras la correspondiente parrafada, ¿qué tal si la escuchamos? Para ello os propongo una grabación en directo de buen sonido procedente de Lausanne y fechada en mayo de 1990, con un reparto realmente bueno:
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Estamos ante una versión llena de vida. Don Parmenione es interpretado por Patrick Raftery, que ya había cantado el rol en Pesaro en 1987. Queda patente su experiencia con el vividor y ello lo demuestra en su extraordinaria prestación vocal (escúchese su cavatina) y su genial actuación (escúchese su dúo con Berenice). Su criado Martino es tarea de Michel Trempont, dos o tres escalones por debajo de su amo en la ficción. Su desempeño global es bueno pero hace un Martino un poco mecánico y algo frío (escúchese su aria). Ese fenómeno de la naturaleza hecho tenor llamado Rockwell Blake se encarga de darnos un Alberto de órdago. Su "D´ogni più sacro impegno" arranca enfervorizadas ovaciones del público. Y con razón, porque saca adelante la pieza de una manera pasmosa y luciendo ese asombroso fiato que el cielo le ha dado. La messa di voce final no es tan espectacular como la realizada en otras ocasiones (en las representaciones pesarenses de 1996 la modulación era tan espectacular que de un genial agudo pasaba todo a un pequeño hilo de voz que recobraba fuerza de una manera asombrosa en su parte final) pero no importa: ante monumentos así lo menos que podemos es quitarnos el sombrero. Amelia Felle, habituada a cantar las farsas rossinianas, se encarga de cantar una insolente Berenice, muy divertida sobre el escenario y francamente bien vocalmente (escúchese su extensa aria). Martine Mahe y Tullio Pane nos regalan una Ernestina y un Don Eusebio muy bien cantados. Pero si la versión se ve beneficiada por algo es sin dudas por la extraordinaria labor que Bruno Campanella hace con la Orchestre de Chambre de Lausanne, que goza de unos violines extraordinarios.
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Conclusión: si quereis pasar noventa divertidos minutos, no dejeis escapar esta grabación. Aqui teneis los enlaces. A disfrutarla, Gazzetistas:

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1 comentario:

Antonio Domínguez Luque dijo...

Aqui os dejo un enlace a las carátulas que hice para la grabación:

http://rapidshare.com/files/14444754/caratulaoccasione.pdf