martes, 15 de mayo de 2007

Vedi! Le fosche notturne spoglie...

Se acerca un mes de junio en el que será protagonista en el Real de Madrid Il Trovatore, una de las obras cumbres de ese compositor que fue Giuseppe Verdi y situada en el ecuador de la trilogía que culminaría con los denominados años de galera y que completan "Rigoletto" y "La Traviata". Con vistas a la llegada de Manrico y compañía a la capital del reino, en esta ocasión el blog le dedica su entrada semanal a la versión original de esta ópera. Y digo "versión original" porque, si recordais, hace un tiempo le estuvimos prestando atención a la versión francesa de la obra estrenada en 1857, cuatro años después de la versión original. Puesto que en aquella ocasión ya se estuvo hablando del contexto histórico de la obra, vamos a pasar directamente a su argumento, no sin recordar que podeis recordar la entrada dedicada a "Le Trouvère" en este enlace.

Pues como os comento, vámonos directamente al desarrollo argumental de la obra, bastante farragoso y surreal por otra parte. Como ya ha sucedido en alguna que otra ocasión, el argumento va a ser por cortesía de Intermezzo, el servidor de argumentos operísticos en castellano.

Acto I. En la sala de guardia del castillo de Aliferia, en Zaragoza (España), los guardias hablan de los asuntos de su comandante, el Conde de Luna. Comentan que el Conde pasa las noches bajo el balcón de la elejida de su corazón, que parece preferir las serenatas de cierto torvador...

Los soldados que luchan contra el sueño, hacen que un viejo oficial, Ferrando, les vuelva a contar la terrible historia de garcía, hermano menor del Conde de Luna. García estaba todavía en la cuna cuando una horrible bruja le arrojó un maleficio. El empezó a debilitarse, y su padre creyó poder salvarlo enviando a la vieja gitana a la hoguera. Pero ésta tenía una hija que, para vengar a su madre, arrebató al niño. Nunca se encontró al pequeño García ni a su raptora. Sólo los restos calcinados de un niño de su edad encontrados en el lugar donde se ajustició a la bruja, sugerían que el niño había sido víctima de crueles represalias.

Sin embargo, el viejo Conde creía que su hijo estaba vivo y en el lecho de muerte, hizo prometer a su hijo que continuaría con la búsqueda. El mismo Ferrando está seguro de poder reconocer a la hija de la bruja, incluso después de haber pasado veinte años. Todavía hoy, se considera que la bruja, en persona, aparece por el palacio. Cuando suenan las doce campanadas de medianoche, los hombres se dispersan presos de un miedo supersticioso.

La siguiente escena se desarrolla, igualmente, por la noche, pero en los jardines del palacio. Leonora está haciendo confidencias a su doncella Inés sobre el amor que ella siente por un caballero desconocido que ella coronó tras su victoria en un torneo, pero que ella no volvió a ver tras esl estallido de la guerra civil. Después, una noche, escuchó a un trovador que le daba una serenata en el jardín y ella reconoció en él al caballero de la armadura negra. Inés considera que esta relación es peligrosa y le aconseja que la olvide. Pero Leonora reafirma su pasión y dice que su amor por el tenor es eterno.

Ella entra en el palacio acompañada de Inés y mientras tanto aparce el Conde. Él declara su amor por Leonora y al escuchar la voz de su rival, el trovador Manrico, es devorado por los celos. Se tranquiliza desde el momento en que Leonora se arroja a sus brazos. Pero lo que ha ocurrido es que, en la obscuridad de la noche, ella lo ha confundido con Manrico. Un rayo de Luna que atraviesa las nubes deshace el malentendido, y los tiernos impulsos de Leonora cambian de persona. El Conde Luna furioso y Manrico embelesado se enfrentan violentamente. El primero amenaza al segundo, el cual tiene la doble culpa de ser su rival afortunado y un proscrito político. Ellos cogen la espada y se alejan para batirse en duelo, mientras que las joven cae desvanecida. Culmina así el acto I.

El segundo acto nos lleva a un campamento de zíngaros al pie de las montañas. Los nómadas cantan alegremente mientras trabajan. Posteriormente son interrumpidos por el lamento lúgubre de una mujer sentada cerca del fuego: Azucena. Ella habla de un acontecimiento lejano que ya fue contado en el primer acto: la ejecución de una pretendida bruja condenada a ser quemada viva...

El día avanza y los gitanos se dispersan. Sólo quedan Azucena y un joven (Manrico en persona) que la urge a que hable mñas sobre esta visión horrorosa que parece obsesionarla. Ella le vuelve a contar la historia de la bruja ajusticiada, con detalles escalofriantes, pero añadiendo una revelación capital: era tal su enloquecimiento por el dolor que estaba indiferente a todo lo que no fuera la venganza reclamada por su madre, y en estas circunstancias y en plena locura, el niño que ella arrojó a las llamas no era el hijo del Conde sino su propio hijo.

Manrico que creía ser su hijo, le pregunta entonces con una cierta ingenuidad: "Pero, entonces, ¿quién soy yo?". Azucena se desdice enseguida, pretendiendo que ella ha perdido la cabeza cuando ha evocado la terrible tragedia y asegura al joven que es su hijo, ¿sus cuidados maternales no le han salvado la vida?.

Manrico, entonces, le cuenta que después de su duelo con el Conde, al que inexplicablemente lo perdonó cuando lo tenía a su merced, fue vencido y dejado por muerto en el campo de batalla por su adversario menos generoso. Azucena le hace jurar que él no vacilará en matarlo si la ocasión se presenta de nuevo. Su conversación es interrumpida por la llegada de un mensajero trayendo la noticia de que Leonora, creyendo a Manrico muerto, va ha ingresar en un convento esa misma noche. A pesar de los esfuerzos de Azucena que quiere retenerlo, el trovador salta sobre un caballo y desaparece.

En la siguiente escena, el Conde ha reunido a sus seguidores en el convento cerca de Castellor, donde Leonora tiene la intención de tomar el hábito. Él está decidido a impedírselo a cualquier precio y luego llevársela. Una campana anuncia el comienzo de la ceremonia, pero el Conde está cada vez más determinado a que Leonora sea suya. Ella pertenecerá al Conde y no ha Dios. Ignorando al coro de religiosas que exhortan a la oración, el Conde continua reclamando para él a Leonora.

Leonora, acompañada por algunos sirvientes afligidos, se prepara a cruzar el umbral del convento. Luna sale de su escondite y va a cogerla cuando un hombre se interpone: "¡Manrico!". Todos lanzan exlamaciones liberando los diversos sentimientos que origina el ver al trovador resucitado; quien no tiene ningún problema en persuadir a Leonora para que lo siga. El Conde no quiere renunciar a su presa, pero los partidarios de Manrico lo desarman. Termina así el acto II.

Acto III. Al levantarse el telón se escuchan los cantos alegres de un coro de soldados en el campamento del Conde Luna, que va a atacar una plaza fuerte,Castellor, defendida por Manrico. Ferrando anuncia la captura de una zíngara acusada de espionaje. Es Azucena que, encadenada, es arrastrada hasta los pies del Conde. Ella responde con evasivas a los interrogatorios hasta el momento en que Ferrando, que la ha reconocido, la denuncia. Ella se traiciona a sí misma al llamar a Manrico para que la ayude. Entonces el Conde se regocija: al ajusticiar a Azucena, conseguirá dos objetivosa la vez, alcanzar a la madre de su peor enemigo y a la homicida de su hermano.

Segunda escena. En el interior del castillo de Castellor, donde Manrico se ha refugiado con Leonora, cerca de la capilla donde va a celebrarse el matrimonio de ambos. El primero da sus órdenes a la vista de como discurre la batalla. Después él busca a su prometida para tranquilizarla. Manrico canta su amor por Leonora: "Ah, sì, ben mio" ("Ah, sí, amor mío, soy tuyo"). Todo está dispuesto para la celebración del matrimonio y se oye en la lejanía el órgano de la capilla del castillo. Pero el duo de amor no dura mucho, Ruiz, lugarteniente de Manrico, entra con la noticia de que Azucena ha sido apresada por las tropas del Conde. Desde las ventanas del castillo se ve a Azucena que es conducida por los soldados a la hoguera. Manrico trastornado revela a Leonora que la zíngara es su madre y canta entonces su determinación de salir del castillo sitiado, dejando en él a su prometida, para salvar a su madre: "Di quella pira" (De aquella hoguera..."). Leonora, Ruiz y el coro de soldados se le unen a Manrico. Finalmente sale y corre en ayuda de su madre, culminando así el acto III.

Acto IV. El castillo de Aliaferia. Se distingue en la negra noche una torre de aspecto siniestro, con estrechas ventanas con barrotes. El rescate de Azucena ha fracasado y ambos están prisioneros. En la noche, Leonora se acerca a la torre, acompañada de Ruiz con el propósito de salvar a Manrico a cualquier precio, quien posteriormente se aleja discretamente. La joven medita sobre la trágica suerte de su prometido que ahora se encuentra prisionero en la torre. Canta "S'amor sull'ali rosee" ("En las rosadas alas del amor"). Al principio sólo se escucha a lo lejos un coro que entona el "Miserere" por alguien que está a punto de morir, y sobre este fondo surgen los lamentos de Manrico, un grito de amor y de resignación, y los aciagos presentimientos de Leonora; la cual reafirma su voluntad y su certeza de salvarlo, incluso pagando con su propia vida. Entra en escena el Conde Luna dando sus instrucciones: al alba el hijo morirá por el hacha y la madre por el fuego. Sin embargo su triunfo es incompleto, pues Leonora ha desaparecido. Su sorpresa es muy grande cuando ella se presenta ante él. Y su despecho es aún mayor cuando ella le conjua, en términos patéticos, a que perdone al trovador, loco de celos, él rehúsa. Desesperada Leonora se ofrece en matrimonio al Conde a cambio de la libertad de Manrico, si bien tiene el propósito de envenenarse cuando aquél esté libre: "Mira d'acerbe lagrime" ("Mira las amargas lágrimas"). En primer lugar incrédulo, después lleno de alegría, Luna acepta jubiloso y se apresura a modificar sus primeras instrucciones, mientras que Leonora absorbe furtivamente el veneno contenido en su anillo.

Nos trasladamos a un calabozo sordido en el interior de la torre. Manrico se esfuerza por calmar a Azucena, prometiéndole sacarla de allí, que ante la perspectiva de la hoguera casi ha enloquecido. Manrico acaba por tener éxito en calmar a la agitada mujer. Azucena recuerda los días felices cuando ellos vivían en las montañas: "Ai nostri monti" ("A nuestros montes"), y ella acaba por dormirse.

Entra Leonora y dice a Manrico que está libre, pero al saber el precio de esta libertad, la rechaza. El veneno comienza a hacer efecto, entonces Leonora le dice que ha tomado un veneno y muere en los brazos de su amado. Llega el Conde y al conocer lo ocurrido, se siente burlado y ordena la ejecución de Manrico, que es conducido fuera de la torre. Entonces Azucena se despierta y, desde la ventana, ve caer la cabeza de su hijo... adoptivo; y dice al Conde que la persona a la que ha mandado ejecutar es su propio hermano y con furiosa alegría exclama que, por fin, su madre ha sido vengada. Ella se desploma a su vez, aparentemente muerta de emoción; y Luna dice la última palabra reprochándose el "vivir todavía".

Y tras el argumento, vámonos con la versión. En esta ocasión os ofrezco una grabación en directo, de buen sonido, considerada como memorable: la de Karajan, del 31 de julio 1962:




Tener como Leonora a toda una verdiana como era Leontyne Price es ya una garantía de calidad. Si a ello unimos a una Giulietta Simionato en plenitud para Azucena, llegaremos a la conclusión de que la pareja femenina vocal es inmejorable. La perversa aristocracia unida a un bellísimo canto por parte del malogrado Ettore Bastianini nos asegura un Conde de Luna magistral. Franco Corelli hace todo un alarde de facultades, si bien se echa en falta más matización para Manrico (como nota curiosa, su Do final de "Di quella pira" flaquea durante unos instantes para posteriormente volver a tomar fuerzas). Completando el reparto, un correcto pero rudo Nicola Zaccaria como Ferrando, Laurence Dutoit como Ines, Siegfried R. Frese en el papel de Ruiz, Rudolf Zimmer como un viejo gitano y un joven Kurt Equiluz en la parte del mensajero. Herbert von Karajan dirige magistralmente a una orquesta que prácticamente se dirige sola: la Wiener Philharmoniker. El coro, naturalmente, es el de la Wiener Staatsoper.

Y para terminar, pues aqui van los enlaces. A disfrutarla:

CD1
CD2


lunes, 7 de mayo de 2007

Celebrando un cumpleaños: Otello

Un 7 de mayo de 1984, servidor hacía su aparición en este mundo. Costó trabajo sacarme del tranquilo mundo intrauterino para traerme al movidito mundo en el que vivimos pero al final todos mis intentos fueron inútiles... y nada, ¡pues aqui estamos!. Así que para celebrar lo que viene siendo mi 23 cumpleaños he pensado en subir, como no podía ser de otra manera, otro Rossini, pero un Rossini algo particular. Y finalmente me he decantado por su Otello, pero no por el Otello tenoril que se conoce, sino por uno más original: la versión Malibrán para contralto músico. ¿Que qué es esto de la versión Malibrán? Sigan ustedes leyendo y obtendrán respuesta.

Antes de lanzarnos sobre la obra en sí, vamos a hacer el correspondiente recorrido histórico desde su estreno hasta la actualidad. El Otello es la única obra rossiniana basada en un drama de Shakespeare. El libreto, no muy afortunado, es de Francesco Berio di Salsa y su estreno se produjo en el Teatro del Fondo de Nápoles el 4 de diciembre de 1816. Lujoso reparto el del estreno. Andrea Nozzari y Giovanni David se encargaron de dar vida a Otello y Rodrigo respectivamente e Isabel Colbrán se encargó de la desdichada Desdémona.

La obra gozó de bastante fama durante el siglo XIX y no fueron pocas las sopranos que quisieron dar vida a una de las heroínas "shakesperianorossinianas" más importantes. Sirvan como ejemplos las celebérrimas María Malibrán o Giuditta Pasta.

La ópera, como otras muchas de Rossini, fue cayendo poco a poco en el olvido y llegado el siglo XX su presencia era prácticamente nula. Como en otros casos hubo que esperar a la Rossini Renaissance para que la obra volviera a coger vuelo. Es curioso que el propio Rossini afirmaba que, de su vasta producción operística, tan sólo sobreviviría en el tiempo el Barbiere completo, el acto II de Guillaume Tell y el acto III de Otello. Afortunadamente el inexorable paso del tiempo se ha encargado de desmentir las creencias rossinianas.

Hubo que esperar a 1960 para la llegada de la primera edición en disco. La grabación, tomada en directo de unas funciones romanas, contaba con Virginia Zeani, Agostino Lazzari, Herbert Handt y Giuseppe Baratti en los roles principales dirigidos por Ferdinando Previtali. No estamos ante cantantes rossinianos pero ya estaba dado el primer paso. Los años venideros se encargarían de la resurrección de la obra y en 1978 llegaría la edición oficial de Philips, tampoco muy rossiniana pero innegablemente elegante (con Carreras, von Stade, Fisichella y Pastine, dirigidos por López Cobos.

Los años ochenta devolverían a Otello a los escenarios de forma definitiva y la crema y nata de cantantes rossinianos del momento se encargarían de dar vida a los personajes de muy distinta índole que se dan cita en la ópera, léase Merritt, Blake, Cuberli, Ramey, Surjan, Matteuzzi, Ford, Giménez, Anderson o Devia por citar algunos ejemplos.

Vocalmente, la obra se adapta totalmente al molde las óperas napolitanas de Rossini. El rol de Desdémona es para una soprano Colbrán (es decir, aquella soprano que, además de cumplir con todas las condiciones exigidas a una soprano rossiniana debe tener un buen dominio en la zona grave de su vocalidad). El tenor abunda sobremanera en este título. Otello, en su versión original, es un rol para baritenor, Rodrigo y Jago lo son para contraltino y los papeles de Gondolero, Lucio y Dux también son tenoriles. Elmiro, padre de Desdémona, es para bajo noble y Emilia es para mezzosoprano seria. Sin embargo, en la grabación que os ofrezco un poco más adelante no os encontrareis con un Otello baritenor, sino a un Otello travestido. Este es el secreto de la versión Malibrán: Rossini, aprovechando las inigualables condiciones vocales de María Malibrán, adaptó todo el rol principal para ella, naciendo así la denominada "Versión Malibrán". Este cambio de vocalidad supone un aumento en los contrastes en los dúos, tercetos y números de conjunto, en su versión original demasiado monopolizados por la voz tenoril. si bien musicalmente no supone la introducción de ningún número nuevo.

Pasemos ahora al argumento. Acto I. Puerto veneciano. Se espera la llegada de Otello que ha resultado vencedor en una batalla contra los turcos. Mientras esperan, todos comentan las proezas militares del guerrero moro (Coro: Viva Otello, viva il prode!). Llega Otello y el Dux en persona se encarga de recibirlo. Otello pone a sus pies todos los trofeos conseguidos y manifiesta que lo único que desea como premio es ser considerado un veneciano más a pesar de su origen africano. Jago y Rodrigo observan la escena lacerados por la envidia (Cavatina: Ah sì, per voi già sento). Pero para Rodrigo esto no es lo peor ya que Elmiro, forzado por razones políticas, va a concederle a su rival la mano de su hija Desdemona. Rodrigo está enamorado de la joven y se desespera pero Jago le ofrece su ayuda: entre los dos lograrán derrotar al pérfido Otello. Jago ya ha comenzado a trazar un plan y guarda una carta que será fundamental para la venganza.

Rodrigo se reconforta y ambos se retiran (Dúo: No, non temer, serena).Nos trasladamos ahora a una habitación en la casa de Elmiro. Allí encontramos a Desdemona y Emilia. La primera está tremendamente preocupada pero su confidente la conforta diciéndole que Otello ha regresado sano y salvo y que todos lo colman de honores. Pero no es ese el motivo de la preocupación de Desdemona: hace tiempo mandó una carta de amor y un mechón de su cabello a su enamorado pero sospecha que su padre la interceptó. Puesto que en la carta no puso el nombre del destinatario quizás haya pensado que en realidad el escrito iba dirigido a Rodrigo y eso podría hacer que los celos de Otello se desataran. Emilia la tranquiliza diciéndole que el amor nunca permitiría que tal cosa sucediera. (Dúo: Vorrei che il tuo pensiero).

En este momento Jago y Rodrigo llegan a la casa de Elmiro y las mujeres deciden marcharse. La carta en realidad ha ido a parar a manos Jago y va a utilizarla para hacer que los celos de Otello afloren aprovechando la ausencia de destinatario. Elmiro los recibe y les comunica que ha cambiado de opinión: puesto que él también odia al moro ha decido otorgarle la mano de Desdemona a Rodrigo para crear una alianza contra Otello. Por este motivo le pide a Jago que marche para preparar la ceremonia, el cual obedece y se marcha. Rodrigo, muy contento, parte poco después. Elmiro se queda solo y Desdemona vuelve a entrar en la estancia. Su padre la informa de que dentro de poco gozará de una gran alegría pero no le precisa nada más, lo que la deja dubitativa. Desdemona narra a Emilia las palabras de su padre pero ésta sospecha que los deseos de la joven y los de Elmiro no son los mismos, así que decide acompañar a Desdemona.

La escena se traslada ahora a una lujosa sala en el palacio del Dux. Todo está preparado para la boda y un grupo de venecianos festejan el acontecimiento (Coro: Santo Imen! Te guida amore). Al momento entran en la sala Elmiro, Desdemona, Emilia y Rodrigo. Es ahora cuando Desdemona es informada de que va a contraer matrimonio con Rodrigo, algo que la deja muy apesadumbrada. La muchacha hace saber a su padre que no desea a ese hombre como marido y Rodrigo y Elmiro se enfurecen. No obstante su padre es inflexible y si no acepta a Rodrigo la castigará severamente (Terceto: Nel cor d´un padre amante).Todo se complica con la llegada de Otello, que reclama la mano de Desdemona argumentando que ambos se aman. La joven lo confirma pero Elmiro no está dispuesto a que su hija se una a un hombre de semejante calaña. En vista de los acontecimientos Desdemona es separada de su amado y Otello y Rodrigo se amenazan sable en mano mientras que los venecianos intentan tranquilizarlos. Con la confusión general culmina el acto I (Final: L´ingrata, ahimè, che miro).

Acto II. Un agradable jardín. Rodrigo intenta convencer a Desdemona para que se una a él pero ella lo desprecia duramente y le dice que ya es esposa de Otello. Estas palabras dejan fuertemente sorprendido a Rodrigo y jura aniquilar con sus propias manos al moro (Aria: Che ascolto? Ahimè! Che dici!).

Rodrigo se marcha indignado y aparece Emilia. Desdemona le confiesa que le ha revelado la verdad a Rodrigo y Emilia le hace comprender que si la noticia llegara a oídos de Elmiro podría significar una desgracia. Las dos mujeres se retiran muy preocupadas.

La escena queda solitaria pero al poco tiempo llega Otello sumido en un profundo pesar ya que piensa que la infidelidad de Desdemona atenta directamente contra su gloria y su honor. Jago se percata de la presencia del moro en el jardín y decide ir a conversar con él. Le interroga acerca del motivo de su preocupación y Otello le pregunta a Jago si tiene algún indicio de que Desdemona le sea infiel. El malvado veneciano pone en práctica su plan y le entrega la carta interceptada a la muchacha. El contenido de la misiva es harto claro: “Amor mío, te soy fiel. Aqui tienes una muestra de mi cabello”. Otello cree que la carta iba dirigida a Rodrigo: los celos que ahora siente son irrefrenables y jura matar a su esposa. Mientras tanto, Jago se alegra por el éxito que su plan ha cosechado (Dúo: Non m´inganno).

Jago se marcha y regresa Rodrigo. Ambos se enzarzan en una fuerte discusión y deciden retarse (Dúo: Ah, vieni nel tuo sangue). Desdemona llega justo en este momento e intenta hacerles desistir de semejante idea pero no lo consigue: Otello y Rodrigo están dispuestos a llegar hasta el final (Terceto: Ahimè! Fermate!).

Desdemona se queda sola llorando desconsoladamente. Emilia aparece junto a un grupo de mujeres e intentan consolarla pero la incertidumbre de la muchacha por el transcurso del duelo la martirizan. Por fin es informada de que Otello ha conseguido sobrevivir. La joven respira aliviada pero su padre aparece muy enfurecido y la repudia. La pena que ahora siente Desdemona es inmensa, culminando de esta forma el acto II (Aria: Che samnia, ohimè! Che affanno!).

Acto III. Habitación de Desdemona. Ha anochecido. Desdemona esta muy deprimida: Otello la cree infiel y ha sido exiliado de Venecia y su padre la odia. Los versos que canta un gondolero en la lejanía la hacen entristecer aún más (Barcarola: Nessun maggior dolore). Emilia, siempre fiel, intenta confortarla y la muchacha coge su arpa y comienza a cantar una melancólica canción (Aria: Assia a piè d´un salice). A continuación vuelve a lamentarse de su destino (Aria: Ma stanca alfin di spargere) y tras rezar una plegaria se acuesta (Plegaria: Deh, calma, oh Ciel, nel sonno). Emilia sale de la habitación para dejarla descansar.

Otello, cegado por los celos, ha regresado de incógnito a Venecia con el objetivo de consumar su terrible venganza: matar a Desdemona. Entra en su dormitorio y la encuentra dormida musitando palabras de amor que él cree dirigidas a Rodrigo. Estalla una tormenta y un trueno la despierta. El moro comienza a reprocharle sus faltas y le hace saber que Jago ha matado a su amado Rodrigo. Desdemona intenta convencerle de que ella nunca ha amado a ese hombre pero todo es inútil y Otello le clava un puñal en el corazón (Dúo Non arrestare il colpo).

A continuación entran Lucio, el Dux, Elmiro y Rodrigo y le desvelan que Jago fue el que urdió toda la intriga de la que Desdemona y él han sido víctimas y que ha muerto por una punición divina. Además Rodrigo ha renunciado a la muchacha a favor de Otello y el Senado ha concedido el indulto al moro, por lo que no deberá exiliarse. Cuando Elmiro pregunta por su hija, Otello señala el cuerpo sin vida de su esposa y a continuación se quita la vida ante todos de una puñalada, culminando así la ópera (Final: Che sento? Chi batte?).

Debido a este final, la censura intervino con motivo del estreno de la obra en Roma en 1820. A las autoridades eclesiásticas no les agradaba que la obra terminara trágicamente, así que impusieron a Rossini la composición de un final feliz. En este nuevo final, Otello llega a los aposentos de Desdemona con el objetivo de matarla, cegado por los celos. Desdemona descubre su presencia y Otello le manifiesta sus intenciones. A continuación, Otello le dice a su amada que antes de morir debe saber que Jago ha matado a Rodrigo, quien cree su amante. Desdemona se sorprende ante tal afirmación y le jura que él es su único amor. Ante estas palabras, el furor de Otello se aplaca y ambos cantan “Amor, possente nume”, en el cual se manifiestan su amor (dúo que Rossini tomó en autopréstamo de "Armida"). A continuación, entran el Dux de Venecia, Lucio, Elmiro y Rodrigo y le desvelan que Jago fue el que urdió toda la calumnia de la cual han sido víctimas Desdemona y él y que ha muerto por una punición divina. La obra termina con un canto al amor por parte de todos los personajes (el cuál Rossini tomó en autopréstamo de "Ricciardo e Zoraide", concretamente del final de la ópera).

En lo que a autopréstamos se refiere, poco cabe destacarse en este título. "Otello" toma música de dos óperas anteriores: "Sigismondo" y "Torvaldo e Dorliska". Respecto al primer título hay que mencionar la obertura, muy similar a la del título protagonista de hoy. Respecto al segundo título, la cabaletta del Duca del acto II de Torvaldo e Dorliska (“Cento larve già intorno mi stanno”) tiene la misma melodía que la cabaletta del dúo Otello y Jago del acto II de Otello (“L´ira d´avverso fato”). Por otra parte, el aria del acto II de Desdemona en "Otello" inspira de manera directa la de Elcia al final del mismo acto de "Mosè in Egitto", tanto en música como en forma.

Pues nada, pasemos a la grabación en sí. La versión que os ofrezco es la única grabación existente hasta la fecha de la denominada "Versión Malibrán". El interés se acrecenta por el hecho de incluir en su integridad el final feliz de Roma del que ya os hablaba anteriormente. Se trata de una grabación en directo realizada en julio de 2000 en el marco del productivo Festival de Martina Franca y el sonido es muy bueno:



Nuestro Otello protagonista es Irine Ratiani, que tuvo que sustituir a última hora a una accidentada Ewa Podles. Ratiani saca adelante de manera satisfactoria su papel, si bien pasa serios apuros en la coloratura. La desventurada Desdemona es tarea de Patrizia Ciofi, que resalta de manera muy adecuada la fragilidad del rol. No acusaba en el año 2000 el desgaste vocal actual, por lo que su prestación puede calificarse de realmente buena. Simon Edwards, tenor habitual en Martina Franca, canta un Rodrigo vocalmente suficiente, dramáticamente intenso. Correcta réplica la de Gregory Bonfatti en la parte de Jago. Completan el reparto unos sólidos Soon-Won Kang y Barbara Vivian como Elmiro y Emilia respectivamente. En los roles secundarios, Salvatore Cordella como Doge, Daniele Gaspari como Lucio y un apurado Alessandro Codeluppi como Gondolorero. Orchestra Internazionale d´Italia y Coro de Cámara de Bratislava al mando de un eficiente Paolo Arrivabeni, habitual también en Martina Franca.

Y para terminar, aqui van los enlaces. Que la disfruteis:

CD1
CD2
CD3