lunes, 26 de marzo de 2007

Christus factus est

Así da comienzo el Salmo número 50 que tan proclive a ser musicado ha sido a lo largo de la historia. Numerosos compositores se han encargado de darle una partitura a este Salmo latino. Sirvan como ejemplo autores de la talla Palestrina, Allegri, Carissimi, Lully o Scarlatti. Un español siguió el camino emprendido por sus antecesores y centró su atención en el texto del Miserere. Os estoy hablando del navarro Hilarión Eslava. Este autor y esta obra sacra van a ser nuestras protagonistas en el día de hoy.

Como es costumbre cada vez que la Gazzetta trata un compositor un tanto infrecuente, vamos a comenzar echándole un vistazo a la vida de Eslava. En esta ocasión, la reseña biográfica aparece por cortesía de la web de la Coral Hilarión Eslava. Miguel Hilarión Eslava y Elizondo, sacerdote, músico y compositor de profesión, nació en Burlada, cerca de Pamplona, el 21 de Octubre de 1807. Sus padres, propietarios de la casa solariega, conocida por el nombre de Benitorena, gozaba de buena posición económica y, a Hilarión Eslava, único hijo varón, y por tanto heredero de la estirpe familiar, le dieron una educación esmerada, dentro de las posibilidades que permitia aquella época en un pequeño pueblo. Hilarión Eslava tenía un talento especial y dedicaba gran esfuerzo a lo que hacía, por lo que a los 8 años terminó su educación primaria. ingresó en el Colegio de Infantillos de la Catedral, donde comenzó su formación musical el año de 1816. Estudió solfeo con el propio rector, piano y órgano con el maestro D. Julián Prieto y en el seminario de Pamplona, como complemento, estudió humanidades bajo la dirección de D. Víctor Salinas. El sitio de Pamplona de 1823, le obligó a suspender sus estudios y a abandonar el Colegio de Infantillos. Durante los siete años que permaneció en el colegio, fue tal su aprovechamiento, que solo con aquellos conocimientos de solfeo ya compuso varias piezas musicales que fueron ejecutadas por sus compañeros. En ese mismo tiempo sustituyó un día, por azares de la vida, al organista de la Catedral, y su interpretación dejó a todos los miembros del cabildo sorprendidos, que ignoraban los conocimientos adquiridos por el joven músico de 16 años.Cuando terminó el sitio volvió a Pamplona y se dedicó al estudio del violín, del violonchelo y del contrabajo, obteniendo de esta forma una plaza en la Catedral, pero con la obligación de tocar el violín, mientras cursaba en el seminario la carrera eclesiástica (1824).
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Dos años más tarde, preparándose para hacer oposiciones para organista de Falces, y habiendo conseguido ya la de Roncesvalles, el cabildo de la Catedral le aumentó la asignación económica, pero añadiendo a sus ya largas obligaciones la de escribir algunas composiciones, tocar el órgano y cantar como contralto o tenor. En esos años sus composiciones ya eran muy estimadas por su perfección y originalidad, de las que merece citar Motete a ocho voces, para orquesta y órgano obligado, estrenado en la octava de la Asunción que se celebra con gran suntuosidad en aquella Catedral. Solo contaba con 20 años y ya gozaba de gran reputación.Hilarión Eslava deseaba perfeccionar sus estudios musicales y se trasladó a Calahorra el año 1827, donde permaneció siete meses, estudiando y recorriendo todas las ramas de la composición, bajo la dirección del maestro de capilla D. Francisco Secanilla.Vacante el magisterio de la capilla de la Catedral de Burgo de Osma, Hilarión Eslava obtuvo la plaza, previa rigurosa oposición, y aprovechó su residencia en aquella ciudad para cursar filosofía y ordenarse de diácono. Durante los cuatro años que ocupó esta plaza, compuso un gran número de obras religiosas y muchos villancicos, cuyas poesías escribió el mismo.
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En los años de 1829 y 1830, estaban libres el magisterio de la catedral de Sevilla y el de la Capilla Real de Madrid. Hilarión Eslava se presentó a las dos oposiciones, y aunque se colocó en primer lugar en la primera, y en las sgundas el tribunal le reconoció un mérito superior, el cabildo de Sevilla se decidió por un opositor de Valencia, y el tribunal de Madrid consideró que su edad era poco apropiada para tan elevado cargo de maestro de capilla de Su Majestad. En 1832, cuando contaba veinticinco años, volvió a quedar vacante la metropolitana de Sevilla y el cabildo, para reparar sin duda la injusticia cometida con Hilarión Eslava en la anterior oposición, le nombró maestro de capilla, eximiéndole de nuevos ejercicios. A poco de tomar posesión de este cargo recibió las órdenes del prebiteriado, y cantó misa en la iglesia de la Encarnación. De esta época son sus célebres Misereres, sus Misas con pequeña orquesta y órgano, aprovechando los recursos que le proporcionaban los dos magníficos órganos de la catedral de Sevilla, los Villancicos de los bailetes de los Seíses, una Lamentación, y gran número de Motetes y Coplas.
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En esta época es cuando preparó los elementos de su notable y famoso Método de Solfeo, publicado más tarde con general aplauso, dedicándose también a la enseñanza gratuita de la música.El cabildo fue privado de sus rentas y a Hilarión Eslava le redujeron sus emolumentos a 400 ducados, situación que le obligó a buscarse nuevos recursos económicos dedicándose al arte dramático. Buscó para sus óperas poemas que no desdijeran del carácter sagrado de que estaba revestido, y, aunque cosechó éxitos y fama, no le faltaron disgustos y sinsabores, debidos a los escrúpulos del cabildo sevillano, que no vió con buenos ojos el nuevo camino emprendido por su maestro de capilla, a las intrigas entre bastidores y a la actitud hostil de la mayoría de los músicos de la corte. Su primera ópera, "Il Solitario" (1841), se estrenó en Cádiz con excelente éxito, y se representó en Sevilla y en Madrid, posteriormente, con gran aceptación del público. Su segunda ópera, "Las treguas de Tolemaida" (1842), se estrenó también en Cádiz y representada en Madrid y otras capitales de provincia obtuvo grandes aplausos y éxitos. Su tercera ópera, "Prieto il Crudele" (1843), estrenada en Sevila, no alcanzó la fortuna de las anteriores. A la muerte de Rodríguez Ledesma (1847), Hilarión Eslava se presentó de nuevo a las oposiciones del magisterio de la Capilla Real, obteniendo este cargo con el voto unánime del jurado.Se estableció en Madrid y desapareció completamente del público, siendo al poco tiempo nombrado profesor del Conservatorio e inspector de sus enseñanzas, y más tarde (1866), director de la sección de música del mismo.Esta fué la época más fecunda de su vida por la publicación de importantísimos trabajos como: La Lira Sacro-Hispana (colección de obras de música religiosa de autores españoles), Museo orgánico español, Escuela completa de harmonía y composición, Historia de la música religiosa en España y Organistas españoles.
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En la última etapa de su vida escribió un tratado sobre los Géneros de música, y reunió datos para una Historia del canto llano. Murió en Madrid el 23 de junio de 1878.
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Tras la biografía, vamos a pasar a la obra protagonista de hoy, que como os comentaba en la introducción se trata de su célebre "Miserere", compuesto para la Catedral de Sevilla en 1835. Para que os hagais una idea de lo que vais a escuchar, os voy a dar unas pinceladas de cada uno de los doce números que forman parte de la obra. Os indico al final de cada una de ellas el texto original latino la misma:
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Christus factus est. De inicio tenso, la suave irrupción del viento a partir del primer minuto transforma considerablemente el ambiente de esta primera pieza para posteriormente dar paso a un coro de carácter marcadamente reflexivo. Vistosa la que es la primera participación del tenor solista al unísono de la coral, constituyendo una instroducción adecuadísima dada la naturaleza de este salmo, continuamente reverencial hacia la figura de Cristo (“Christu factus est”).
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Miserere. Los inicios de la pieza siguen la misma línea que ya marcaba la introducción de este Miserere. Es de nuevo el tenor encargado de sacar adelante la parte solista, de mayor empeño que el “Christus factus est”. La parte consta de ascensos al agudo de moderada dificultad así como de descensos al grave y frases largas que requieren un buen dominio sobre el fiato. Aquí, el coro actúa como potenciador del carácter marcadamente religioso del que la pieza hace gala (“Miserere mei, Deus, secundam magnam mesicordiam tuam”).
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Amplius. Esta pieza significa el primer soplo de aire fresco de la composición. Tras los doce primeros minutos de marcadísimo acento religioso, los siguiente ocho minutos harán gala de un carácter considerablemente más ligero, pasando de un recogimiento contenido a un tono algo más reverencial. Se trata de un número solista de considerable dificultad destinado a un contratenor, en el que se pasa de un ritmo tranquilo y pausado (en el que destaca un bello obbligato de violín) a toda una demostración de fuerza en la que la voz del solista ha de destacar sobre el tutti orquestal y coral (“Amplius lava me ab inquitate mea, et a peccato meo mundame”).
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Tibi soli. Nueva pieza solista destinada al tenor solista en la que regresa la ambientación dramática con la que ya nos encontramos en las dos primeras partes de este Miserere. Se trata de una parte menos exigente que el “Miserere” aunque con comprometidos ascenso al agudo, en la que se produce una curiosa combinación de religiosidad y ternura (“Tibi soli peccavi et malum coram te feci: ut justificeris in sermonibus tuis, et vincas cum judicaris”).
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Ecce enim. Marcial y autoritaria pieza que constituye la presentación del bajo solista en esta obra. Rotundidad y potencia vocal con una región aguda segura son características de las que el bajo ha de hacer gala para sacar adelante esta parte de manera satisfactoria. Como sucedía en ocasiones anteriores, el coro actúa como potenciador dramático de la pieza apoyando las intervenciones solistas (“Ecce enim veritatem dilexisti: incerta et occulta sapientiae tuaue manifestatis mihi”).
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Auditui. Parte de curiosa resonancia infantil que choca bastante con el contexto musical en el que se desarrollan las diferentes piezas que conforman esta obra y de estructura bastante simple, en el que el texto se repite una y otra vez sin variaciones musicales destacables, lo que le confiere una rutina y monotoneidad poco adecuada (“Auditui meo dabis gadium et laetitiam: et exultabunt ossa humiliata”).
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Cor mundum. Esta parte, en términos numismáticos, es la cruz del “Auditui”. Si aquella sonaba infantil, esta hace gala de una madurez inusitada, en la que la trompeta solista le confiere un carácter marcadamente melancólico adecuadísimo para el texto de la pieza. La intervención solista del coro posee un marcadísimo carácter religioso, plagado de recogimiento y devoción sincera (“Cor mundum crea in me, Deus, et spiritum rectum innova in visceribus meis”).
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Redde. Destinada a dos voces blancas, nos encontramos ante una pieza que destila un marcado carácter de inocencia, fomentado en gran medida por las intervenciones de las maderas. Es bastante aguda y exigente desde el punto de vista vocal, requiriendo una buena compenetración vocal y dramática entre ambas voces para una correcta resolución de la parte (“Redde mihi laetitiam salutaris tui, et spiritu principali confirma me”).
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Libera me. Última intervención solista del bajo para una pieza en el que los violoncellos y contrabajo otorgan a la pieza cierto aire reflexivo a la par de pesimista. Requiere una correcta matización del texto por parte del solista, además de potencia vocal para atacar la última sección de la pieza (“Libera me de sanguinibus, Deus, salutis meae et exultabit lingua mea justiam tuam”).
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Quoniam. Estamos ante una de las partes más interesantes de este Miserere. De introducción orquestal bellísima y vistosísimas intervenciones de los violines, se trata de la pieza solista más interesante para el coro. Dividido en dos secciones idénticas que giran ambas sobre la palabra “sacrificium” y en continuo diálogo con Cristo, destaca su carácter profundamente religioso además de reverencial (“Quoniam si voluisses sacrificium, dedissen utique: holocaustis non delectaberis”).
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Benigne. Se trata de la despedida del tenor solista de este Miserere. El recogimiento vuelve a ser protagonista de esta parte en la que el tono empleado y el carácter conferido le otorgan a la pieza un clarísimo aire de fervorosidad contenida. A destacar el comprometido agudo con el que se pone punto y final a la pieza (“Benigne fac, Domine, in bona voluntate tua Sion: ut aedificentur muri Jerusalem”).
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Tunc imponent. La pequeña pieza que pone punto y final a esta obra destaca por su carácter musicalmente optimista en claro contraste a la pieza anterior. Constituye dramáticamente un final muy adecuado para la obra muy en consonancia con el texto de la parte (“Tunc imponent super altare tuum vitulos”).
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Y tras la explicaciones, ¿qué tal si nos lanzamos a descubrir la obra? Si algún sevillano nos lee muy probablemente ya la conocerá, ya que es tradición sevillana su interpretación en la Catedral dentro de los actos de Semana Santa. La grabación que os presento es la única realizada en estudio hasta la fecha. Data de la década de los setenta y cuenta con la Asociación Coral de Sevilla, que viene interpretando la obra cada año puntualmente desde 1958:
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La parte tenoril corre a cargo de Francisco Ortiz, valentísimo en todo momento y obteniendo resultados realmente buenos. Cabe destacar que, dada la vistosidad de esta parte, nombres de la categoría de Julián Gayarre, Miguel Fleta o Pedro Lavirgen realizaron interpretaciones sublimes de la misma. En la parte contratenoril, Diego Romero, que en ocasiones parece más un tenor que un contratenor. Correcta su intervención. Mucho más satisfactorio resulta el bajo Julio Catania, de bella y rotunda voz. Voluntariosos Pedro Javier Ecay y Óscar Alonso Pagola en el "Redde". Muy bien la Orquesta Filarmónica de Sevilla al mando de Luis Izquierdo así como la Asociación Coral de Sevilla (aqui junto a la Coral Agrupación Artística de Valverde), comandados por Ignacio Otero y Antonio Garrido. A destacar sobre todo la lectura que ambas corales realizan del "Quoniam".

En resumen: una obra sacra infrecuente y muy adecuada para las fechas que se avecinan. Descubrir una rareza nunca está de más. Aqui os dejo el enlace. A disfrutarla, Gazzetistas:

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CD único


1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso blog Antonio y magnifica obra el Miserere de Hilarión Eslava,pero la versión de la que hablas es malísima,muy desafinada la aportación coral,más parece que cantan sevillanas que oratorio.Enhorabuena por tu trabajo.