domingo, 4 de marzo de 2007

El "otro" Barbiere

La Gazzetta abre por primera vez sus puertas a uno de los compositores prebelcantistas más destacados, quizá el que más junto a Cimarosa. Este compositor no es otro que Giovanni Paisiello, recordado sobre todo por una de sus obras cumbres, aunque sólo sea por mención de la más famosa obra rossiniana: Il barbiere di Siviglia. Compositor y obra van a ser nuestros protagonistas del día de hoy.

Para comenzar, vamos a echarle un vistazo a la vida de este autor, por cierto algo olvidado hoy día. Giovanni Paisiello nace en Taranto el 9 de mayo de 1749. En su localidad natal estudió en un instituto dirigido por los Jesuitas pero en 1754 fue trasladado al conservatorio de Sant´Onofrio de Nápoles, donde proseguió sus estudios bajo la supervisión de Francesco Durante. Su estancia en Sant´Onofrio se prolongó nueve años, periodo en el cual escribió algunos intermedios para el teatro del centro.

En 1772, Paisiello decidió dedicarse a la música sacra. En este mismo año contrajo matrimonio a la fuerza con Cecilia Pallini tras ser encarcelado durante varios días por negarse a desposarla. A pesar de las circunstancias de la ceremonia, la pareja vivió felizmente. En 1775 nuestro protagonista se traslada a San Petersburgo, donde había sido llamado por orden de la zarina Catalina II. Allí permanecería durante ocho años y compondría la que es nuestra protagonista de hoy: “Il barbiere di Siviglia”.

Llegado el año 1784, el compositor abandona Rusia y, tras componer en Viena “Il Re Teodoro”, se pone al servicio del rey Fernando IV de Nápoles. Allí compondría sus mejores óperas, como “Nina, o sia, La pazza per amore” o “La molinara”. Tras diversas vicisitudes políticas y dinásticas, se traslada en 1802 a París. Allí Napoleón lo recibe con los brazos abiertos, otorgándole todo tipo de comodidades en perjuicio de otros compositores de innegable prestigio, como Luigi Cherubini o Etienne Méhul. La labor de Paisiello en París era la de director musical de la corte en Tuilieres, con una nómina de diez mil francos y una subvención de otros cuatro mil ochocientos francos en concepto de manutención y alojamiento. Sin embargo, Paisiello no lograría conquistar al público parisino de igual manera que ya lo había hecho con el gobernante: su “Proserpina”, estrenada en 1803, pasa entre el público con más pena que gloria.

Ante este fracaso, Paisiello solicita permiso para regresar a Italia con la excusa de unos problemas de salud de su esposa. El permiso le es concedido y el compositor regresa a Nápoles, donde le aguardaba una vida bastante dificultosa y precaria. La muerte de su esposa en 1815 le afecta sobremanera, tanto que su salud se resiente a pasos agigantados. Finalmente, el 5 de enero de 1816, Paisiello fellece.

Tras el apunte biográfico, vamos a zambullirnos en la ópera que nos va a ocupar el día de hoy. “Il barbiere di Siviglia” fue estrenada en el Teatro de la Corte de San Petersburgo el 26 de septiembre de 1782. El libreto, obra de Giuseppe Petrosellini, está basado en la obra de Beaumarchais “Le barbier de Séville”. No es esta la vez única en la que el libreto fué musicado: en 1816, el compositor Francesco Morlacchi lo retomaría para componer su versión de la obra. El desarrollo argumental de la obra es prácticamente idéntico al que sigue el celebérrimo “Barbiere” de Rossini, si bien encontramos algunas diferencias.

La ópera comienza en una calle sevillana. Allí, el conde de Almaviva espera ver a su enamorada. En este momento aparece Figaro y de inmediato reconoce al conde, que no es otro que su antiguo patrón. Tras los saludos de rigor, Figaro narra a Almaviva las vicisitudes por las que ha tenido que pasar desde que dejó de estar a su servicio. La paciencia obtiene su recompensa y Rosina sale al balcón. Sin embargo, el doctor Bartolo, su tutor, se apresura a encerrarla de nuevo en su habitación. A pesar de lo precipitado de la escena, Rosina ha tenido tiempo de dejar caer una nota al muchacho que en la acera aguarda. En dicho mensaje, la joven le pide a su enamorado que le dedique una serenata, algo que el noble hace al momento. Tras la canción, Figaro pone al corriente a Almaviva de todo lo que sucede en la casa: Rosina no es la esposa de Bartolo, tal y como el conde creía, sino su pupila. Además, Bartolo planea desposarse con Rosina dentro de poco. Almaviva atiende con atención y el barbero le propone entrar en la casa vestido de soldado: una vez dentro podrá ver a su amada. Almaviva acepta encantado y promete recompensar a Figaro por su ayuda.

El segundo acto se inicia en el interior de la casa de Bartolo. Allí Rosina recibe la visita de Figaro, que le habla de un pariente suyo que se hace llamar Lindoro. Dicho Lindoro no es otro que el propio Almaviva, que ha decidido hacerse pasar por una persona humilde para asegurarse que Rosina lo ame sinceramente y no por sus bienes. Figaro le pide que le escriba rápidamente una carta para su pariente, algo que Rosina ya había hecho desde hace tiempo. El barbero parte raudo y Bartolo regresa algo extrañado. Le pregunta a Rosina si ha entrado alguien a la casa, pero ante la negativa de la muchacha a responderle decide acudir a sus dos criados: Lo Svegliato e Il Giovinetto. Los estornudos del uno por una alergia y los bostezos del otro por un somnífero que previamente le había dado Figaro para asegurarse que no espiaba su conversación con Rosina ponen de los nervios al pobre doctor, que apenas puede aguantar a sus criados. A continuación, el doctor recibe la visita de don Basilio, sacerdote que da clases de música a Rosina. Le hace saber que está en la ciudad un enamorado de Rosina, el conde de Almaviva, y le propone urdir una calumnia para desprestigiarle y así promover que abandone la ciudad cuanto antes. Al cabo de unos minutos, Almaviva hace su entrada en la casa disfrazado de soldado. Tras una escena, tan cómica como embarazosa, el noble consigue su propósito y es alojado en la casa del doctor gracias a un documento acreditativo en el cual se obliga a cualquier civil a darle posada en caso de que lo solicita. Ahora Rosina está mucho más cerca que antes.

Cuando comienza el tercer acto, ya ha atardecido y el inoportuno soldado se ha marchado. Pero Bartolo apenas tiene tiempo para recuperarse, ya que no tarda en regresar de nuevo Almaviva, esta vez disfrazado de maestro de música. Le comenta al doctor que don Basilio ha enfermado y que él se encargará de impartir la clase a la muchacha. Bartolo acepta y llama a Rosina. Tras la presentación, la muchacha reconoce de inmediato a su amado. Tras la lección, Figaro llega a la casa. Consigue distraer a Bartolo para así dejar que los jóvenes dialoguen tranquilamente. Almaviva le informa de que al anochecer acudirá a la casa junto a Figaro para raptarla y así poder vivir juntos su amor. Pero en ese momento hace su aparición el inoportuno don Basilio. A pesar de los intentos de Figaro, Bartolo descubre la treta y echa a patadas del lugar al falso maestro de música y al barbero.

El cuarto acto comienza con un fuerte aguacero. Bartolo informa a Rosina de que tiene en su poder una carta amorosa y que en realidad el supuesto Lindoro no es otro que un emisario del conde de Almaviva, que plenea llevarla ante su señor. La muchacha queda profundamente disgustada y en venganza decide casarse con su tutor, noticia que éste recibe con gran alegría. La joven queda sola en la sala y Figaro y Almaviva aparecen dispuesta para raptarla pero Rosina los recibe iracunda y le reprocha ser un traidor que sólo pretende presentarla a su amo. Almaviva descubre en este momento su verdadera identidad para sorpresa de Rosina, que no se esperaba algo así. Al cabo de un momento llega un notario al que Bartolo había llamado previamente para ultimar su boda con Rosina acompañado de don Basilio. Almaviva soborna al religioso con una joya a cambio de que se ofrezca como testigo en el enlace, algo que acepta sin el más mínimo de los problemas. Finalmente el matrimonio entre Rosina y Almaviva tiene lugar sin que Bartolo pueda impedirlo, finalizando así la ópera.

Y para finalizar, ¿qué tal si la escuchamos? Para ello os propongo una grabación procedente de la localidad italiana de Trieste. Se trata de una grabación en directo de abril de 2000 publicada por el sello Dynamic:



La versión goza de unos buenos elementos tanto vocales como orquestales. Así, el rol titular es defendido por un experto en estas lides como es Pietro Spagnoli, que luce su bella voz y su seguridad vocal consiguiendo una interpretación logradísima del factótum. Almaviva es tarea de un belcantista consumado como es Antonino Siragusa, que saca adelante el papel con una gran elegancia, transmitiéndole al rol el adecuado aire de juventud que éste requiere. Francamente buena, pero algo pavisosa, resulta la Rosina de Anna Maria dell´Oste, que nos ofrece una disfrutable lección de música. Luciano De Pasquale, si bien realiza una buena labor, resulta un poco demasiado joven para el rol del viejo Bartolo. Correcto el Basilio de Donato Di Gioia. Ya en lo tocante a los roles secundarios, realmente divertidos resultan Angelo Nardinocchi (como Lo Svegliato y un notario) y Stefano Consolini (como Il giovinetto y un soldado). Giuliano Carella dirige excepcionalmente a la Orchestra y Coro del Teatro Lirico Giuseppe Verdi de Trieste.

Y como punto y final, aqui os dejo los enlaces a esta obra. Por la parte que me toca, echo el cierre a la “redacción” de La Gazzetta durante esta semana, ya que me voy de crucero por el Mediterráneo. A disfrutarla mientras tanto, Gazzetistas:

CD1
CD2

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por esta grabación. Hace tiempo que andaba buscándola.
Disfruta de tu crucero.
Saludos, Francisco

agapito segura dijo...

Felicitaciones por tu blog! Referencia obligada

Anónimo dijo...

Un Blog excepcional y una música exquisita. Muchas gracias.

deodac dijo...

Disculpa, Antonio.

Los enlaces andan un poco caducos.
Podrías resubir esta grabación?
Si no es mucha molestia, me han dicho que es la ideal para escuchar por vez primera esta opera, aparte de que es la primera grabación completa, vamos.

Un saludo.