lunes, 19 de marzo de 2007

Ombretta sdegnosa del Missipipì pipì pipì

Imaginad a una persona a la temprana edad de veinte años llegando al lugar más famoso y reputado de su ámbito laboral. Imaginad a esa persona llegando a ese lugar con una recomendación bajo el brazo dirigida a los jefazos del lugar por parte de dos de las figuras más importantes de ese ámbito laboral. Imaginad a esos jefazos encantados con ese joven de veinte años. Y por último, imaginad a un público rendido a los pies del trabajo de ese muchacho. Apetecible, ¿verdad? Si me dijeran que algún día de estos a mi me iba a pasar lo mismo, yo firmaba a la voz de ya. Gioachino Rossini tuvo la inmensa dicha de poder disfrutar de la situación que os acabo de presentar cuando estrenó La pietra del paragone en la celebérrima Scala milanense.

Efectivamente. Rossini en 1812 ya había estrenado seis obras, cuatro de índole cómico y dos de carácter serio. La suerte de estas obras había sido en general buena pero lo que el destino le tenía preparado para su séptima obra superaba con creces los resultados del estreno de sus composiciones anteriores. Dos intérpretes del momento, Filippo Galli (el Samuel Ramey del siglo XIX) y Maria Marcolini (una de las contraltos más destacas de la época), convencidos de la valía del pesarense, hicieron acto de presencia en el templo operístico milanense y allí hablaron largo y tendido al gerente del teatro sobre el joven compositor. Ante las referencias tan positivas por parte de dos reputados intérpretes como eran Galli y Marcolini, el teatro aceptó encargar la nueva obra a Rossini. La tarea de la redacción del libreto fue encargada al libretista titular del teatro, Luigi Romanelli, que rubricó un extraordinario trabajo. Ya “sólo” restaba componer la música. Y Rossini se puso manos a la obra, reservando los roles protagonistas a Marcolini y Galli.

Corría el año 1812 y en septiembre, la obra ya estaba terminada. El día 26 tenía lugar el estreno ante el exigente público milanense. Y el éxito fue abrumador, hasta tal punto que se hicieron precisas 53 reposiciones de la obra. Y es que el Rossini cómico había hecho su presentación en la Scala por la puerta grande, consiguiendo incluso que dos de sus números se hicieran tan increiblemente famosos que con el paso del tiempo el público seguía tarareándolos sin recordar a ciencia cierta cual era el origen de esa melodía. Estos dos números eran el hilarante aria de Pacuvio, “Ombretta sdegnosa del Missippipì, pipì, pipì” y la escena del embargo de Absdrubale, en el que el propio conde se disfraza de avaro árabe para embargarse a sí mismo sus propiedades con el objetivo de sopesar la catadura moral de sus amigos.

Una lectura detenida del argumento de la obra permitirá apreciar el carácter buffo de ésta. Acto I. Un delicioso jardín. Allí se dan cita un grupo de caballeros que alaban la sabiduría y bondad de Absdrubale. No tardan en llegar Pacuvio junto a Aspasia, Fulvia y Fabrizio. El poeta está embelesado con su último poema, titulado “Ombretta sdegnosa” y arde en deseos de darlo a conocer. Los allí presentes son los que deben soportar la pesadez de Pacuvio y aunque intentan hacer que el poeta desista de sus ideas de recitarlo no lo consiguen. En un descuido consiguen desembarazarse del pesado poeta, aunque éste los persigue. Al poco tiempo aparece Giocondo junto a Macrobio, enzarzados en plena discusión. Macrobio se ha empeñado en enrolar a Giocondo en sus líos periodísticos, a lo cual el serio y aplicado escritor no cede. A Macrobio se le suben los humos a la cabeza y le da a elegir entre la guerra y la paz. Macrobio sabe que a Giocondo le gusta la marquesa Clarice y para provocarlo le dice que es muy probable que ella acabe uniéndose al conde Absdrubale. Giocondo, siempre manteniendo su compostura, lo despacha contundentemente aunque en su interior comprende que lo que dice el periodista es muy probable que ocurra. El caballero consigue librarse del periodista y se marcha. Macrobio hace lo mismo.Aparece ahora Clarice, muy pensativa. En la lejanía oye la voz de Absdrubale. Ella está enamorada del conde pero no lo manifiesta abiertamente. Sospecha que quizás Absdrubale la esté escuchando, así que comienza a hablar sobre el amor con la esperanza de cautivar al noble. La marquesa se marcha y aparece el conde, que efectivamente ha estado escuchando a Clarice. El hombre reflexiona y dice que no cree plenamente en las palabras de la marquesa ya que, según él, las mujeres son expertas en el engaño. No obstante la belleza de Clarice ha calado en él y confía en que por fin esté ante una mujer honrada y honesta. La joven Clarice aparece de nuevo y saluda con amabilidad a Absdrubale. Ambos comienzan una conversación que gira en torno al amor con la clara de intención de sopesarse el uno al otro. Finalizada la charla ambos se despiden con cortesía. A continuación vemos a Macrobio acompañado de la baronesa Aspasia. El periodista elogia la belleza de la baronesa y ésta le narra que pretende unirse al conde atraída por la gran fortuna que tiene. Ambos continúan su paseo y aparece Pacuvio junto a Doña Fulvia que le narra al poeta que se está camelando al noble para conseguir toda su hacienda. Pacuvio atiende pero corta la conversación para recitarle unas variaciones que ha hecho sobre su poesía. Doña Fulvia aplaude la creación del poeta. En este punto aparece de nuevo el conde, reflexionando sobre Clarice. Pacuvio anima a Doña Fulvia a que le dirija algunas palabras a Absdrubale, cosa que efectivamente hace. Mientras que la joven le ofrece una flor, el poeta le recita otro de sus poemas. El conde, en tanto, se divierte con la escena. Doña Fulvia y Pacuvio se retiran y aparece Fabrizio. El conde y su mayordomo han ideado un plan para comprobar la catadura moral de sus amigos, ya que Absdrubale no tiene claro si están junto a él por verdadera amistad o por puro interés. El plan es bastante ingenioso: Absdrubale fingirá haber perdido toda su fortuna y, pasado un rato, aparecerá disfrazado de prestamista turco con el objetivo de embargarse a sí mismo sus propiedades para así saldar todas las deudas supuestamente contraídas. Ambos parten para continuar con los preparativos de la jugarreta. Clarice y Giocondo pasean y la marquesa le habla al escritor de un hermano gemelo que tiene luchando en una guerra. En realidad, dicho hermano gemelo no existe pero es que Clarice también ha ideado un plan, del que aún no quiere comentar nada, para comprobar la catadura moral de Absdrubale. Macrobio hace acto de presencia y comienza hablar de sus tejemanejes periodísticos y no mucho después vuelve a entrar Absdrubale. El conde le hace saber a Macrobio que quizás dentro de poco se produzca una noticia que puede interesar a su periódico, pero no revela nada más, llenando a todos de incertidumbre y curiosidad: Absdrubale ya ha puesto en práctica su plan. Todos se marchan del lugar. Vuelve a aparecer Pacuvio, esta vez acompañado de la baronesa. Mientras que el primero piensa en hablar con Macrobio para que su periódico le publique sus poemas, la segunda piensa en Absdrubale. Doña Fulvia se une al dúo y mantiene una breve conversación con Aspasia en la cual hablan, como no, del interesado amor que ambas sienten por el conde. Las dos féminas deciden dar un paseo mientras hablan de ello. Llega Macrobio y Pacuvio le propone publicar sus poemas, a lo que el periodista, con aire pedante y obstinado, responde negativamente alegando que hay mucha gente interesada en publicar y que no puede dar cabida a todos. Pacuvio refunfuña y piensa en buscar otro periodista más amable que se interese en su obra. Aparece ahora un coro de jardineros junto a Clarice y Giocondo. El coro informa a todos que el conde se ha retirado a sus aposentos muy cabizbajo, cosa que preocupa a los allí presentes. Doña Fulvia y la baronesa Aspasia llegan e informan de lo que acaban de enterarse: Absdrubale ha perdido absolutamente toda su fortuna. No tarda en llegar Fabrizio junto al conde disfrazado de turco, el cual empieza a embargar todo lo que encuentra a su paso. Todos quedan impresionados ante la escena.

Una vez se marcha el “turco”, todos deciden ir a visitar al conde a su finca. Efectivamente allí encuentran a Absdrubale muy deprimido y pide ayuda a sus amigos para salir del duro trance. Pacuvio y Macrobio le ofrecen poca cosa: un poema y un artículo respectivamente. Mucho peor es la actitud de Doña Fulvia y la baronesa, que no le ofrecen nada. Por el contrario, Giocondo le ofrece su casa y Clarice su perpetua compañía. El poeta, el periodista y las interesadas mujeres se sorprenden de la generosidad de la marquesa y el caballero, mientras que estos dos critican la miseria del cuartet. A continuación aparece Fabrizio con una gran noticia: se ha encontrado una considerable suma de dinero del conde que se daba por perdida. Con ella Absdruable podrá saldar todas sus deudas y acabarán sus problemas. El conde, fingiendo mareo por la emoción, hace como que se desvanece. Pacuvio, Macrobio, Doña Fulvia y Aspasia corren a socorrerlo, para sorpresa de Giocondo y Clarice que se sorprenden del cambio de actitud de éstos. Ambos se encargan de socorrer al conde y apartar a los interesados. Con diferentes reflexiones por parte de todos culmina el acto I.

Acto II. Un jardín. Macrobio, Pacuvio, Doña Fulvia y Aspasia se avergüenzan de su actitud mientras que el conde, Giocondo y un grupo de caballeros comentan la poca catadura moral de los primeros. No obstante, Absdrubale es bondadoso y perdona a todos. El grupo se dispersa: mientras que el conde y el caballero observan desde lejos y Macrobio le habla a Aspasia de sus temas periodísticos, Pacuvio le narra a Doña Fulvia que, para vengarla de la vergüenza que ha pasado al final del acto I se ha batido en duelo con Giocondo y le ha vencido, pero el caballero, para preservar su honor, le ha pedido que no diga nada. Esta historia en realidad es incierta pero Doña Fulvia la cree. Giocondo y Absdrubale se marchan de caza al bosque y Pacuvio también se marcha con ellos. Doña Fulvia va rápidamente a contar la historia a Aspasia y Macrobio, que se quedan sorprendidos. Doña Fulvia se retira orgullosa y la baronesa le pide a Macrobio que haga exactamente lo mismo con el conde, ya que su honor se lo exige. El periodista cede a los deseos de Aspasia y le dice que lo hará en cuanto regresen de la caza. Nos trasladamos ahora a un frondoso bosque. Pacuvio, acompañado de un grupo de cazadores intenta cazar algo, pero estalla una tempestad y asusta al poeta, que se marcha corriendo del lugar. Una vez cesa la lluvia vemos a Giocondo reflexionando sobre el amor que siente por Clarice, aunque se resigna y acepta que en realidad la marquesa se unirá al conde. Aparece ahora Clarice, que va buscando al caballero. Ambos se encuentran y Giocondo le pregunta si puede albergar alguna esperanza de amor en ella. La marquesa le responde con mucho tacto para no herir sus sentimientos que no es posible, cosa que el caballero acepta con resignación. Mientras la conversación se desarrolla Macrobio llega al lugar, pero al encontrar a Giocondo y Clarice decide esconderse para espiarles. Macrobio cree escuchar una declaración de amor y llama raudo al conde para que también la escuche. Absdrubale llega junto a Aspasia, que iba buscando a Macrobio y efectivamente tergiversan totalmente la conversación. El conde ya no puede resistir más su enfado y le reprocha a Clarice y a Giocondo su actitud. Mientras tanto, Macrobio disfruta pensando en el impacto que la noticia va a tener cuando la publique en su periódico y Aspasia se sorprende ante la escena que está presenciando. El coro llega al lugar extrañado por la algarabía que han formado. De nuevo en el jardín, Giocondo y Absdrubale aclaran toda la situación y hacen las paces. A continuación el conde pasa a hablar del desafío que le ha propuesto Macrobio. Ambos hablan de lo que van a reír a costa del periodista cuando llegue el momento y deciden dar una vuelta para prepararlo todo. Pero Clarice les detiene el paso y les cuenta que ha recibido una carta de un hermano gemelo que tiene llamado Lucindo y que dentro de poco vendrá a visitarla tras siete años sin noticias suyas. A continuación aparece Pacuvio comentando que ha llegado a la ciudad un famoso poeta, algo que le alegra ya que gracias a su llegada quizás él se haga famoso. Absdrubale le pide a Giocondo que recite algún soneto, pero Giocondo no recuerda ninguno. Sí lo hace la marquesa y Pacuvio, haciendo las veces de crítico, tacha el poema de bueno. El conde se sorprende gratamente de la capacidad recitadora de Clarice. Todos marchan, a excepción de Pacuvio, que se encuentra con Doña Fulvia. El poeta se ha enterado de la proximidad del duelo entre Macrobio y el conde y le pregunta a Doña Fulvia el motivo de dicha pugna, a lo que ella responde que se debe a que Aspasia le ha pedido al periodista que la vengue al igual que él hizo con ella, confesando por tanto que desveló el secreto que Pacuvio le había confiado al comienzo del acto. Pacuvio teme que Macrobio lo publique todo en el periódico.

Ambos se retiran y aparece Macrobio, que espera la llegada de Absdrubale. No obstante quien acude es Giocondo, dispuesto a batirse con Macrobio ya que ha descubierto la calumnia que Pacuvio ha vertido sobre él. Para colmo de males del periodista hace su aparición el conde. En realidad ni uno ni otro pretenden dañar al periodista pero ríen de buena gana a su costa.Nos trasladamos ahora a una sala en la casa de Absdrubale. Doña Fulvia riñe a Pacuvio ya que ha descubierto que en realidad nunca se ha batido con Giocondo. Aspasia hace lo propio con Macrobio ante el ridículo que ha hecho en su duelo con el conde. Mientras tanto, Fabrizio llega con un coro de soldados y “Lucindo”, el supuesto hermano gemelo de Clarice, aunque en realidad es la propia marquesa disfrazada, la cual hace una salutación a su patria. “Lucindo” y los soldados se retiran a una habitación y el ridículo cuarteto parlotean sobre el caballero recién llegado. Las mujeres han quedado impresionadas ante la elegancia de “Lucindo” y deciden intimar un poco más con “él”, motivo por el cual le siguen hasta su habitación, quedando Pacuvio y Macrobio solos. No tardan en llegar Absdrubale y Giocondo, que se han enterado de la llegada del hermano de Clarice. Ambos acuden para darle la bienvenida al recién llegado, el cual les informa que ya no volverán a ver más a Clarice, ya que se la llevará a un lugar lejano. Absdrubale se percata ahora del amor que en realidad siente por la marquesa y se lamenta de su marcha. Clarice, conmovida, se descubre ante todos. Doña Fulvia y la baronesa llegan a tiempo para presenciar el momento. El conde y la marquesa se piden mutuamente perdón por todo y Giocondo hace lo propio con la pareja. Doña Fulvia y Pacuvio y Aspasia y Macrobio, que en realidad también están enamorados los unos de los otros, también se alegran por ellos. Todos expresan el gozo que sienten y en la alegría general culmina la ópera.

Vocalmente la obra se distribuye de manera bastante homogénea. Así, el papel de Clarice va destinado a una contralto de carácter serio mientras que Absdrubale es para un bajo noble. Pacuvio y Macrobio son tarea de dos bajos buffos mientras que Giocondo se reserva para un tenor contraltino. Finalmente, los secundarios roles de Fulvia, Aspasia y Fabrizio son para soprano y mezzosoprano cómicas y un bajo de carácter serio.

En lo que a autopréstamos se refiere, la obra echa mano a obras anteriores y recupera algunas piezas de “L´equivoco stravagante”, “Ciro in Babilonia” y “La scala di seta”. No obstante estos autopréstamos no son de manera globalizada, es decir, no toma la pieza entera tal cual, sino que es adaptada al nuevo contexto. No obstante, algunos de estos autopréstamos son bastante notorios y no cuesta localizarlos en las obras originales. La obra cedería posteriormente parte de su música a otras composiciones. Así, si el lector escucha “Tancredi” advertirá que las oberturas son idénticas. También encontramos música de “La pietra del paragone” en “L´occasione fa il ladro”, “Il barbiere di Siviglia”, “La gazzetta” y “Adelaide di Borgogna”.

Y llega el turno de conocer la obra. Para ello, os ofrezco la que, a mi juicio, es la versión referencial de la obra. Se trata de la grabación de las funciones que tuvieron lugar en el Festival Rossini de Pesaro en agosto de 2002. Como podeis ver a continuación, el reparto es rossiniano al cien por cien:




El rol de Absdrubale es tarea de Marco Vinco, sobrino del famoso Ivo Vinco. Su carrera artística discurre por cauces diferentes de las de su tío y su material vocal es claramente más interesante que el de su pariente. En el rol de Absdrubale se mueve cómodo y hace alarde de unas facultades vocales interesantes, con un clarísimo dominio de la coloratura y unas facultades dramáticas correctas (escúchese su desesperada aria situada casi al final de la ópera). Su enamorada Clarice es tarea de la contralto rumana Carmen Oprisanu, de cálido e interesante material vocal. Oprisanu le transmite al rol el carácter serio y cuasimelancólico que Clarice requiere y hace alarde de unas facultades canoras realmente bellas. Pacuvio y Macrobio, los roles buffos de la ópera, son tarea de Bruno De Simone y de Pietro Spagnoli respectivamente. Todo lo que se diga de sus respectivas prestaciones es poco, así que para abreviar sólo diré que son sencillamente referenciales en sus respectivos roles. Para quitarse el sombrero. El melancólico Giocondo es aquí cantado por un veterano Raúl Giménez. El argentino ya no goza de la frescura vocal que poseía años atrás pero sigue manteniendo una gran clase a la hora de cantar y la elegancia es el factor que domina toda su interpretación (escúchese su aria en el acto II). Patrizia Biccirè, Laura Brioli y Dariusz Machej hacen una labor extraordinaria en las partes de Fulvia, Aspasia y Fabrizio. Absolutamente extraordinaria la dirección de Carlo Rizzi al frente de la Orchestra del Teatro Comunale di Bologna y el Coro da Camera di Praga, con momentos de gran vertiginosidad en los que literalmente logra entusiasmar al oyente (escúchese el concertante final del acto I).

En definitiva: una obra maestra del género buffo belcantista (de la que próximamente se podrá disfrutar en el Teatro Real de Madrid) y una versión referencial de la misma. Aquí os dejo los enlaces. A disfrutarla, Gazzetistas:


CD1
CD2
CD3

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo, te escribo desde Peru, no tendras la partitura del Aria Ombretta sdegnosa?