Entre los numerosas fuentes literarias a las que los libretistas echaban mano para la elaboración de los libretos de las futuras óperas que posteriormente tendría que componer el músico en cuestión se encontraba el libro de los libros: la Biblia. Cientos de historias de carácter bíblico que, siendo más o menos fiel al original, podían ser la base de un buen libreto. La obra protagonista del día se basa en la celebérrima huída de Egipto de Moisès. El título:
Mosè in Egitto. Su compositor:
Gioachino Rossini.
"Mosè in Egitto" es una de las obras que pueden encuadrarse dentro del grupo que bien podría llamarse de las óperas napolitanas. Su libreto es obra de Andrea Leone Tottola, siendo esta la primera colaboración con el compositor de Pesaro (luego llegarían "Ermione", "La donna del lago" y Zelmira"). Tottola adoptaría como fuente literaria el drama "L´Osiride", de Ringhieri (que a su vez se basaría en el oríginal bíblico). Rossini estrenó la obra en el napolitano Teatro San Carlo el 5 de marzo de 1818. El resultado del estreno: un fracaso propiciado por la patética puesta en escena, rematado por el absurdo montaje de la escena final (el paso del Mar Rojo). Musicalmente la obra goza de momentos de gran intensidad dramática combinados con otros de relativa calma que será el preludio a escenas de considerable envergadura argumental. Sirva por ejemplo la pacífica plegaria "Dal tuo stellato soglio", que precede a la intensísima, monumental, emocionante escena del paso del Mar Rojo.
Vamos a pasar al argumento de la obra, donde no puede faltar la correspondiente parejita y sus historias de amor. Acto I. Palacio real de Egipto. Allí encontramos a Faraone, Amaltea, Osiride y al pueblo egipcio. Todos ellos se lamentan porque Mosè, ante la negativa de Faraone de dejar marchar a su pueblo, ha sumergido a Egipto en la más profunda oscuridad (Coro: Ah, chi n´aita). Esta situación se ya se ha dilatado durante demasiado tiempo, así que el rey requiere la presencia de Mosè, que llega acompañado de Aronne. Faraone concederá la libertad al hebreo y su pueblo a cambio de que devuelva la luz a su país. Mosè acepta el trato, así que eleva una plegaria a Dios (Invocación: Eterno! Inmenso!). Milagrosamente la luz vuelve en cuanto Mosè termina su oración, ante la sorpresa e incredulidad de los egipcios, que comentan estupefactos el milagro. Mosè ha cumplido su parte del trato: ahora le toca a Faraone cumplir la suya (Quinteto: Celeste man placata).
Se marchan todos y se queda solo Osiride. En ese momento aparece Elcìa, una joven hebrea. Ambos mantienen un amor secreto, pero Elcía tiene el corazón partido en dos: por una parte no desea marchar porque ama a Osiride pero por otra quiere a Mosè y a su pueblo y si no marcha con ellos no se podrá considerar hebrea. La pobre muchacha debe ser fuerte y despedirse de su enamorado a pesar de la insistencia de éste en dejarla (Dúo: Ah, si puoi così lasciarmi).
Osiride está dispuesto a impedir la partida de Mosè y su pueblo, y por tanto, la de Elcía y espeta a su padre, con muy mala intención, que dejar marchar a Mosè es muestra de debilidad. Faraone que no está dispuesto a que su honor quede mancillado, decide ir tras Mosè y los hebreos y traerlos de nuevo a Egipto, para disgusto de Amaltea, que sí desea la marcha de éstos (Aria: Cade dal ciglio il velo).
En la siguiente escena vemos a Mosè y su pueblo haciendo un descanso antes de salir de Egipto. Unos cantan, otros bailan... reina la felicidad (Coro: All´etra, al ciel). Pero Faraone y Osiride llegan al lugar con sus tropas echando a perder la fiesta. El rey ordena a Mosè que regrese y éste se encoleriza e invoca de nuevo a Dios, azotando a Egipto con una lluvia de bolas de fuego, culminando así el acto I (Final: Alla idea di tanto ecceso).
Acto II. Faraone, ante la lluvia de bolas de fuego, no ha tenido más remedio que volver a dejar en libertad a Mosè y los suyos. Osiride entra abatido y deprimido. Faraone nota la tristeza de su hijo y le pregunta el motivo de sus preocupaciones, pero el príncipe no le cuenta a su padre absolutamente nada de su amor con Elcía lo que hace que Faraone se preocupe aún más ( Dúo: Parlar, spiegar non posso).
En otra dependencia encontramos a Amaltea sola. Mosè, antes de partir, le hace una breve visita para agradecerle todo su apoyo. La reina se alegra por la marcha de Mosè y su pueblo y anhela que por fin desaparezcan las desdichas de Egipto (Aria: La pace mia smarrita).
Ahora nos trasladamos a otra estancia, a la que llega Elcía conducida por Osiride. Éste le va a hacer una embarazosa proposición: deben quedarse allí escondidos hasta que Mosè y su pueblo se marchen. Una vez que hayan partido, ellos dos podrán seguir unidos. En principio Elcía se muestra vacilante pero al final acaba aceptando (Dúo: Quale assalto, qual cimento). Sin embargo sus planes quedan truncados ya que Amaltea (que iba buscando a su hijo) y Aronne (que iba buscando a Elcìa) descubren a los jóvenes abrazados. El amor de la pareja se descubre y ambos quedan muy sorprendidos. Naturalmente esa unión no puede ser para nada posible, así que son separados de inmediato (Cuarteto: Mi manca la voce).
Debido a este infortunio, Mosè y su pueblo son de nuevo apresados y Faraone se regocija ante el hebreo diciéndole que no piensa dejarlos marchar bajo ningún concepto. Mosè le responde que se ande con cuidado, ya que las tornas pueden cambiar... (Aria: Tu de ceppi m´agravvi la mano).
Justo en ese momento entran los sacerdotes egipcios, que se mofan de Mosè y de los hebreos (Coro: Se a mitigar tue cure). Mosè pide por las buenas a Faraone que les deje marchar, pero la negativa de Faraone es tajante. Por tanto, el líder hebreo vuelve a pedir ayuda a Dios y éste, mediante un rayo exterminador, fulmina a Osiride ante la vista de todos. Sus padres quedan totalmente aturdidos, el resto de los allí presentes no pueden creer lo que han visto y Elcìa entra en pleno estado de shock, finalizando de esta forma el acto II (Aria: Porgi la destra amata).
Acto III: Faraone, aturdido por todo lo ocurrido, ha dejado de nuevo marchar a los hebreos. Nos encontramos a las orillas del Mar Rojo. Antes de partir, todos entonan una plegaria (Plegaria: Dal tuo stellato soglio).
Culminan el rezo y en la lejanía se escucha un rumor. Se trata de las tropas egipcias, capitaneadas por Mambre y el propio Faraone, que van en busca de Mosè y los suyos. No están dispuestos a que los hebreos y su líder marchen victoriosos después de todas las penurias que han causado en Egipto, así que van en su busca. El pueblo se alarma, pero Mosè les pide que confíen en Dios, levanta su báculo, y ante el estupor de los hebreos las aguas del Mar Rojo se abren. Todos comienzan a cruzarlo.
Faraone, Mambre y sus tropas llegan a tiempo para presenciar el milagro. Ante tal visión, el rey queda totalmente sorprendido. Mambre le pregunta si se va a dejar amilanar, a lo que Faraone responde negativamente, comenzando así la persecución. A medida que los hebreos van llegando a la otra orilla las aguas se van cerrando, engullendo a los egipcios: la fuga ha sido un completo éxito. Tras dar gracias a Dios, emprenden sus cuarenta años de camino por el desierto (Final: Son fuggitti, oh ciel, che miro!).
Y tras las explicaciones, vámonos con la grabación, encabezada por nombres rossinianos al cien por cien. Se trata de un directo de 1994 procedente de Londres. A continuación, la ficha de reparto:
Mosè:
Ruggero RaimondiFaraone:
Simone AlaimoElcia:
Anna Caterina AntonacciOsiride:
Bruce FordAmaltea:
Jennifer Rhys-DaviesAronne:
Justin LavenderAmenofi:
Patricia BardonMambre:
Philip DohganOrchestra and Chorus of the Royal Opera House,
Covent Garden ·
Paolo OlmiMosè y Faraone, enemigos íntimos aqui encarnados por
Ruggero Raimondi y
Simone Alaimo, que se estimulan mutuamente para dar lo mejor de sí. Serio y seco Mosè el de Raimondi, tal y como debe ser. Omite, ¡ay!, la pequeña pero significativa aria del acto II "Tu di ceppi m´agravvi la mano". La verdad es que se echa en falta. Como contrapartida, ambivalente, indeciso Faraone el de Alaimo. También como debe ser. Vocalmente se nota cierto declive en Raimondi. Alaimo está espléndido. Rossini destinó el papel de los enamorados a Isabel Colbran y a Andrea Nozzari.
Anna Caterina Antonacci y
Bruce Ford bien pueden considerarse alter ego de sus colegas del XIX (sobre todo la primera). Sopranos Colbran auténtica en nuestra época solamente hay una, y esa es Antonacci. Con eso queda dicho todo (y si no queda todo apuntalaré que lo que pretendo decir es que su Elcia es una gozada). Por su parte, Bruce Ford se encontraba en una época dorada y para nada acusaba el desgaste que acusa hoy día.
Jennifer Rhys-Davies sustituía a una indispuesta Ann Murray. Su Amaltea, conciencia de Faraone, es muy disfrutable. Bien
Justin Lavender,
Patricia Bardon y
Philip Dohgan en sus respectivos cometidos (destaquemos la labor del primero).
Paolo Olmi saca bastante jugo de las huestes corales y orquestales del londinense Covent Garden (escúchense los números de conjunto).
Y para terminar, aqui os dejo los enlaces. La obra, como siempre, va editada y fragmentada y el sonido es realmente bueno:
CD1CD2¡Hasta la próxima!