lunes, 11 de febrero de 2008

Una Gioconda que no sonríe

Esta entrada de hoy va con cuádruple dedicatoria: para Mavi, para Cheto, para Juanmi y para Diego. Los tres primeros se van a estrenar en una función operística en directo, y encima a lo grande, en el Real de Madrid. A Diego no lo meto en el saco porque ya ha tenido oportunidad de estrenarse (aunque empezando de manera más honesta en el humilde teatro de cervantino nombre de Málaga) y ya sabe lo que es presenciar una función como un patricio a precio de plebeyo (benditas entradas de último minuto... yo no quiero cumplir nunca los 26). Pueden apuntarse en sus respectivos currículums el logro de hacer que escriba en este blog sobre un estilo que se aleja muy mucho del belcantista que aqui impera. Pero bueno, siempre es buen momento para hacer una excepción y este es uno de ellos. Espero que los componentes del Clan Gorgorito, capitaneado por Rossini y flanqueado por Donizetti y Bellini (que por cierto este último aún no ha aparecido en el blog, tendré que ponerle remedio cuanto antes) no se me enfaden.

Hoy llega al blog una Gioconda sin enigmática sonrisa, una Gioconda sin ambigüedad sexual, una Gioconda sin interesante mirada. Porque La Gioconda que hoy recala en el blog no es la de Leonardo, sino la de Amilcare Ponchielli, desgraciada donde las haya y sufrida como la que más.

Ponchielli vino al mundo en la región lombarda, concretamente en Padernò Fasolaro, un 31 de agosto de 1834. Comenzó a estudiar con su padre, que era organista. A los nueve años ingresó en el conservatorio de Milán. Fue organista en la iglesia de San Hilario en Cremona, donde también fue profesor de música. Fue maestro director de las bandas municipales de Piacenza y Cremona, y para ellas compuso algunas obras. En 1881 fue nombrado maestro de capilla de Santa María la Mayor en Bérgamo. En 1883 entra como profesor en el Conservatorio de Milán. Entre otros alumnos, tuvo a Giacomo Puccini y Pietro Mascagni. Falleció en Milán el 17 de enero de 1886, con tan sólo 51 años de edad, a causa de una pulmonía que contrajo con motivo de su asistencia a una función en Piacenza precisamente de la obra protagonista hoy en el blog.

La Gioconda es, sin lugar a dudas, la ópera que ha hecho que Ponchielli pase a la posteridad. Estrenada en la Scala milanesa el 8 de abril de 1876, contó como libretista con Arrigo Boito, que firmó su obra como Tobia Gorrio. Está basada en el drama de Victor Hugo "Angelo, tyran de Padoue" y en su estreno participó el legendario Julián Gayarre. Ponchielli tuvo problemas con el libreto desde el principio, y a pesar de que el estreno de 1876 fue un éxito, el compositor reconstruyó la obra que se volvió a estrenar en La Scala el 12 de febrero de 1880. Su momento más conocido: la Danza de las Horas, que fue incluso utilizado por Walt Disney para una de las escenas de su mítica Fantasía. Particularmente inspirado resulta el momento cumbre para el tenor, Cielo e mar y el de la soprano, Suicidio!

La partitura requiere seis grandes voces (que no voces grandes) para sus seis roles principales (Gioconda, Cieca, Alvise, Laura, Enzo y Barnaba). De ahí que, en lo que a sus protagonistas se refiere, añadiendo además al director, se necesite un conjunto vocal equilibrado para que los resultados globales sean plenamente satisfactorios.

Vámonos con el argumento de la obra, que cuenta entre sus filas a uno de los personajes más detestables y deleznables de toda la historia de la ópera: Barnaba. Cortesía de la web Intermezzo.

Al comienzo del primer acto nos encontramos en una plaza enfrente del palacio del Dux. En ella está situado el buzón donde se depositan las denuncias anónimas que se hacen al Tribunal de la Inquisición. Un grupo de alegres venecianas y venecianos cantan y bailan contemplados desde un rincón de la plaza por el espía Barnaba, al acecho siempre de que alguien cometa una falta para informar a los inquisidores. Este agente del Santo Tribunal ama a la cantante de coplas conocida en la ciudad con el nombre de la Gioconda. Ésta aparece conduciendo a su vieja madre ciega y Barnaba aprovecha la oportunidad para declararle la pasión que le inspira, mas la muchacha se aleja de él con repugnancia mientras busca al rico genovés Enzo, del que está enamorada. Llega a la plaza el gondolero Zuane, que acaba de ser vencido en unas regatas, y el pérfido espía, para vengarse de los desdenes de la Gioconda, le dice que la vieja ciega le ha echado un sortilegio que con su maléfico hechizo le ha impedido vencer. El gondolero, dominado por la cólera, intenta maltratar a la pobre anciana cuando aparece Enzo y lo impide.

Entran también el juez inquisidor Alvise y su bella esposa Laura, que sostiene secretamente relaciones amorosas con el noble genovés. Laura suplica a su marido que tome bajo su protección a la vieja mujer, la cual, conmovida por este generoso rasgo, hace entrega a la compasiva dama de su rosario, como prueba de gratitud. En tanto, el espía Barnaba ha observado las miradas apasionadas que Laura y Enzo se dirigían, y, para deshacerse de este rival en el amor de la Gioconda, trama una intriga a fin de perderle. Llevándoselo aparte, le dice que Laura le visitará aquella noche en la embarcación que tiene anclada en el muelle veneciano, a cuya noticia el joven aristócrata escapa para preparar un digno recibimiento a su amante. El vil espía informa después de lo mismo a Alvise, dándole cuenta de la hora y lugar exactos en donde podrá comprobar la infidelidad de su esposa. La Gioconda, que oye esta declaración, se ve asaltada por los celos al saber que Enzo ama a otra. Seguidamente aparece el coro de lindas muchachas y mozos venecianos, y bailan en medio de la plaza la famosa danza llamada " furlana", acabando así el acto I.

Comienza el acto II. Puente de un navío amarrado en el puerto de Venecia. El espía Barnaba, disfrazado de pescador, canta en compañía de unos marineros. Después de mandar a uno de ellos a prevenir en su nombre a las galeras de la policía del Dux, se esconde. Llega Enzo a su buque y es saludado con aclamaciones por toda la tripulación. Él se siente feliz entre cielo y mar y cuando aparece su amada Laura la introduce a bordo diciendo que levarán anclas aquella madrugada para zarpar con las primeras luces de la aurora. Pero su dicha es turbada por la llegada de la celosa Gioconda, que disputa el cariño del hombre querido con la rival que se lo arrebata. Extrayendo una daga que llevaba escondida, se dispone a apuñalar a Laura, cuando percibe el rosario de su madre que aquélla lleva al pecho, y al recordar el generoso comportamiento con la pobre ciega, desecha su criminal propósito y se le ofrece como amiga. En aquel momento aborda el buque una de las naves de la policía conduciendo al marido de Laura, y la Gioconda, para salvarla del compromiso en que se encuentra si es sorprendida, la ayuda a escapar. Seguidamente informa a Enzo que los agentes del Dux vienen a prenderle, habiendo sido denunciado por el espía Barnaba. El joven genovés, prefiriendo perder su buque antes que entregarlo al innoble esbirro de los inquisidores, le prende fuego por su propia mano, poniéndose a salvo después. Finaliza así el acto.

El acto III comienza en el salón en el palacio de Alvise. Este inflexible juez, aunque no ha podido comprobar plenamente la infidelidad de su esposo, decide que, para expiar sus aparentes ligerezas, perezca aquella misma noche. Así, pues, le ordena que beba un brebaje que contiene veneno y se libre ella misma de una vida que no ha sabido soportar con dignidad. La sumisa esposa promete obedecerle, mientras la Gioconda, que reconocida por el bien que hizo a su madre vela por ella, substituye el veneno de la copa por un fuerte narcótico. Laura lo ingiere y cae sumida en profundo letargo. Alvise, creyendo que ha muerto ya, abre las puertas del salón a sus invitados, a los que ofrece una gran fiesta en la que se ejecuta la deliciosa "Danza de las Horas". El implacable Barnaba dice a Enzo, que es uno de los convidados, que su amada ha muerto. En su desconsuelo éste trata de desenmascarar al anfitrión acusándole de celebrar un baile en su casa, donde hay una persona de cuerpo presente. Al escándalo que produce esta grave denuncia acuden los guardias, que arrestan a Alvise, el cual, antes de abandonar el salón, descorre una cortina y muestra el inanimado cuerpo de Laura, a la que dice ha dado muerte él mismo. Todos los comensales quedan petrificados de horror. Enzo trata de vengar a la que supone su difunta amada, asesinando al cruel marido, pero varios invitados lo detienen, y mientras los guardias se llevan a Alvise, él queda preso bajo la custodia de Barnaba. Entonces la Gioconda ofrece a éste acceder a su amor si pone en libertad a Enzo, trato que acepta el apasionado espía con la esperanza de poder poseer al fin a la mujer que ambiciona.

El cuarto y último acto comienza en las ruinas de un castillo emplazado en la costa del mar Adriático. Hasta este apartado refugio ha conducido la abnegada Gioconda el aletargado cuerpo de Laura. Una vez ha llegado, dice a los hombres que la han ayudado a evadirse que vayan en busca de su anciana madre, pues teme que sus perseguidores se venguen en la infeliz ciega.

Aparece Enzo y Laura empieza a despertar de su pesado sueño. Los dos amantes se abrazan tiernamente y juran no separarse jamás. La desdichada Gioconda contempla este idilio con tristeza, pues piensa que está condenada a una eterna soledad, y después de ayudar generosamente a los dos amantes a ponerse a salvo, decide morir.

Cuando se dispone a engullir una pócima venenosa, aparece el espía Barnaba que viene a reclamar la promesa que le hizo. Ella finge estar dispuesta a cumplir la palabra empeñada, puesto que él cumplió con la suya, mas aprovechando una distracción del espía, saca su daga y se apuñala el pecho. El cruel Barnaba, viéndola moribunda, aún tiene tiempo de amargar sus últimos instantes de vida, diciéndole pérfidamente que antes de venir en su busca había dado muerte a su vieja madre.

Pues ya sólo nos resta lanzarnos sobre una grabación. La que os ofrezco es para mí la referencia de esta obra. Echándole un ojo a la ficha de reparto os podeis hacer una idea de porque lo digo:

La Gioconda: Anita Cerquetti
La Cieca: Franca Sacchi
Alvise Bedoero: Cesare Siepi
Laura Adorno: Giulietta Simionato
Enzo Grimaldo: Mario del Monaco
Barnaba: Ettore Bastianini
Zuane: Giorgio Giorgetti
Isepo: Athos Cesarini
Un piloto: Guido Pasella
Un cantante: Edio Peruzzi

Orchestra e Coro del Maggio
Musicale Fiorentino
Gianandra Gavazzeni

Como os comentaba esta grabación, de 1957, es para mí una de las mejores que se ha hecho de la obra. Anita Cerquetti, soprano de efímera carrera, da una Gioconda electrizante, con un "Suicidio!" que pone los pelos de punta. Mario del Monaco por su parte es una voz grande que en este registro no consigue ser una gran voz en el ciento por ciento de la partitura. Se echa en falta mayor matiz y menos estentoreidad. No obstante, un derroche vocal como Enzo. En lo tocante a Giulietta Simionato, Ettore Bastianini (que pena de carrera truncada por la muerte en pleno cénit) y Cesare Siepi, simplemente diré que son una Laura, Barnaba y Adorno referenciales, un lujo para la grabación. Emotiva la Cieca de Franca Sacchi y competente el resto del reparto. Gianandrea Gavazzeni deja su particular firma en forma de música al frente de las huestes del Maggio Musicale Fiorentino.

Y para terminar, aqui os dejo los enlaces, editados y fragmentados, como siempre:

CD1, primera parte
CD1, segunda parte
CD2, primera parte
CD2, segunda parte

Y un parrafito para mis dedicados: no os vayais a esperar en esta obra el más mínimo gorgorito. Esto no tiene nada, pero nada, nada, nada que ver con el Tancredi rossiniano. Sin embargo es de esas obras que, correctamente planteada, te hace fijar los ojos en el escenario y dejarte llevar por la música y su argumento. ¡Qué disfruteis del Real!

5 comentarios:

Mavichi dijo...

Gracias por la dedicatoria, Antonio!!

Me ha encantado, y también me ha encantado saber qué clase de ópera es la que vamos a ver. La historia me parece interesante y, a la vez encantadora. Y he escuchado algunos fragmentos y me han parecido preciosos.

Aunque seguro que en el Real todo tiene que ser mucho mejor :P

Te prometo no permanecer por mucho más tiempo en la inopia y hacerle un huequito en mi vida a esa ópera que tú tanto amas, y cuyo amor nos estás transmitiendo.

Por cierto, apoyo que pronto hagas un post sobre las óperas que versan sobre la figura de los Tudor. Sería muy interesante (máximen, cuando es una de las historias que más me gustan, después de la de los Wittlesbach).

Un beso muy fuerte ;)

Joaquim dijo...

Ojalá la del Real se acercara a La Gioconda que has colgado.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Gracias por esta Gioconda. Había oído hablar de ella, pero no la tenía. La Cerquetti es insuperable en este papel!!!

Vissi d'arte dijo...

Gracias Antonio! La escucharé para celebrar que me he librado del Tanner y tengo a Armiliato :-D

Anónimo dijo...

Merci pour la photo que tu as mise en ligne, à moi dédicacée par Anita...
Si la quiereqs mas grande, te la puedo mandar.

Pierre ( Ceccaldi )